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Shelley Duvall, la locura detrás de El Resplandor

Las grandes películas de grandes directores siempre son recordadas por la memoria colectiva. Pero qué pasa cuando en el detrás de una genialidad, hay cosas no tan geniales. Tomas que se repiten 100 veces, presión hacia las actrices y un estilo maquiavélico.

Un gran ejemplo de lo expuesto es El Resplandor. Es una de las películas de terror que seguramente todos recordamos. Fue dirigida por Kubrick y protagonizada por Jack Nicholson y Shelley Duvall. Está basada en el libro de Stephen King y es una de las que marcaron la historia del cine. Primera curiosidad: el rodaje de esta tardó casi un año, ya que el director era un obsesivo.


Un dato destacado de la filmación es que tiene anécdotas como el récord guiness a la toma en un largometraje que más repeticiones necesitó para realizarse. Fueron 127 repeticiones para ser exactos. O, también, que el niño que interpreta a Danny, hijo de los protagonistas que ve a las gemelas de vestido azul, jamás se enteró que era una película de terror hasta que la vio cuando cumplió 17 años.


Pero lo que les vengo a contar es la historia de la co-protagonista Shelley Duvall, quien ni siquiera tiene una foto en el reparto de El Resplandor si lo googlean. La actriz fue seleccionada para actuar de Wendy, la esposa del protagonista que quiere matar a su familia mientras cuida el hotel Overlook e intenta terminar su novela. El personaje de Wendy, según esta servidora, es casi tan importante como el de Nicholson.

¿Pueden imaginar la escena donde Jack destroza la puerta con un hacha para matarla, con otra actriz? Pues yo no. Dicho sea de paso, esa escena fue filmada más de 65 veces, así pueden imaginar lo que implicó la filmación.


La cuestión es que el director decidió que Shelley necesitaba estar aterrada para poder actuar como él quería. No fue un decir, él realmente quería que estuviera aterrada. Hizo que ninguno de los miembros del equipo le dirigiera la palabra. Constantemente la maltrataba y junto con Nicholson, la aterrorizaban a través de “bromas” que eran básicamente asustarla y que realmente le sintiera terror a Jack, su pareja en la ficción.


No todo lo que es brilla es oro, dicen, y al parecer El Resplandor no era tan resplandeciente.


De hecho, ella misma calificó el rodaje como algo “enloquecedor” e “insoportable” debido a que el director la sometía a una suerte de humillación pública por sus errores. La escena en la que ella está con un bate mientras sube por una escalera es la poseedora del mencionado récord guinness de 127 tomas. El director la presionó tanto que casi no se sabe si está actuando o si realmente había llegado a tal estado en el que la desesperación la desbordó.


Cabe destacar que Duvall había ganado en 1977 el premio a la Mejor Actriz del Festival de Cannes por su interpretación en Woman, es decir, tres años antes del rodaje de El Resplandor. Después incursionó en la producción y el guión donde le fue muy bien, demostrando que no necesitaba ser hostigada para poder trabajar.

Otro episodio similar fue el que se vivió en la filmación de la exitosa Kill Bill de Tarantino. Uma Thurman interpretó a Beatrix Kiddo, la protagonista de las dos películas en las que busca matar a Bill, el villano. Lo cierto es que para la escena en la que ella conduce su auto en Kill Bill I de 2003, la actriz se negaba a filmarla ya que sabía que el auto no estaba en las mejores condiciones y quería una doble que supiera lo que estaba haciendo.


El director se enojó y la presionó para que ella misma lo rodara y que alcanzará los 65 km por hora ya que sino su pelo no se ondulaba como él deseaba. Finalmente, Truman accedió, filmó la escena y se lesionó. Tuvo un accidente, en donde se podría decir que la sacó barata. La actriz dice: “Cuando salí del hospital con un collarín, mis rodillas dañadas y una contusión, estaba muy enojada. Tuve una tremenda pelea con Quentin. Se enfadó mucho”.


La realidad del cine muchas veces es esta. Lo que vemos en la pantalla y lo que pasa detrás, pero para cuando sale a luz los directores ya son famosos y venerados. La cuestión de esto, creo, es qué cosas se le permiten a un director, cuando hace de las suyas en pos de la genialidad.

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