Un asesino profesional que toma clases de teatro, mafias multiétnicas y amores shakespearianos: el final de Barry, en el amplio espectro entre lo previsible y lo sorprendente. Hay spoilers.
Se acabó, no va más. La historia del grupo de teatro de Gene Cousineau ha llegado a su última clase y como fue costumbre durante sus 4 temporadas, fue una sorpresa hasta el final. Barry, la serie estrella de HBO MAX, encontró algo parecido a la paz y el final… Bueno, es un poco de libre interpretación, pero no tanto.
Vamos, ¿no es una idea simple pero brillante? Un asesino a sueldo enviado a matar a un tipo que se quedó con un vuelto de los narcos. Bueno no, pará, eso ya se ha visto. ¡Vamos de nuevo!
Un sicario que quiere dejar las armas y ser actor. Ahí va. Es simple pero sencillo. El tipo es malísimo actuando, es más duro que una placa de mármol (ni Sebastián Estevanez se animó a tanto), pero descubre una técnica para usar sus traumas de la guerra y transportarlos a la actuación. Su profesor de teatro es bueno, ¡por un demonio si lo es!, y sus compañeros están tan sumidos en su propio ego y su pequeño mundo como para notar que viven sus días ¡junto a un asesino!
Arrancó como una comedia negra, liviana, algo trivial pero con gancho. El desarrollo de sus personajes, pero sobre todo de la historia, nos hizo caer en el mundo de fachadas que es Hollywood. Del que ni Cristobal, Gene ni Hank pudieron escapar. Pero, antes de todo eso, la serie cayó en todos y cada uno de los lugares comunes de las producciones de esta parte del siglo, en todas y cada una. Lo hizo bien y sin ser pomposos: ser homosexual y un capo narco, lo fácil que es comprar armas (hay una escena sobre el final donde Barry grita “Guns!” en una tienda y sin más se las lleva con él), la religiosidad desmedida y demases. En todos estos casos dio una cátedra de progresismo aplicado a lo audiovisual.
Justo la semana que sale una sirenita negra, mientras tenemos el recuerdo de George Floyd tan reciente (Black Lives Matter).
Tenías que escribir, dirigir y actuar una serie Bill Hader, no mearlos a todes.
Jugaste con nuestras expectativas y deseos, Barry, y eso no te lo puedo perdonar. ¡Te lo tengo que agradecer! 32 condenados episodios donde lo diste todo, sí, no te voy a mentir, a mí también me daba miedo el desenlace. Tomaste el camino que debías tomar y cuando estabas cerca te mataron, Barry.
¡WOW!
Te mató un viejo gagá con pinta de papá pitufo enfermo terminal. Pero honraron tu memoria, por un demonio que lo hicieron, oh sí.
Fuches y Sally sobrevivieron a todo, como lo que fueron siempre, unas cucarachas, siempre alertas de no ser pisoteadas, sobreviviendo y ocupadas en ellas mismas. By the other hand Hank, qué tipo sensible, todo lo hizo siempre para hacer felices a los suyos. Levantó un imperio de la nada, varias veces, siempre por amor y la plata. Hank no merecía esa condenada bala.
Y cuando entre saltos temporales podíamos ver que la blonda harpía vivía, vimos a John... tu hijo, Barry. Él vio tu película, cómo honraron tu memoria y cómo al igual que este recorte sobre la serie, cualquiera puede manipular cualquier cosa y vendernos por verdad algo que no es.
Gene fue en cana por boludo y a vos te mataron por ser un perro fiel del único amigo que creíste tener alguna vez. Ficción de calidad y brillantez hasta el final.
¡Te vamos a extrañar Barry Berkman!
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