194 fueron las vidas que se llevó esa montaña de humo dónde la injusticia y la inocencia de muchos se alineó para que luego, sus almas tengan que volver a brillar en otro lugar.
Hace quince años que los 30 de diciembre ya no son un día más en el calendario de muchos de nosotros. Hoy, hace quince años atrás, el boliche porteño República de Cromañón se volvía testigo de una de las catástrofes más duras que tuvo que vivir la juventud de aquel entonces. 194 fueron las vidas que se llevó esa montaña de humo dónde la injusticia y la inocencia de muchos se alineó para que luego, sus almas tengan que volver a brillar en otro lugar. Miles fueron también las vidas que desbordadas de tanto dolor tuvieron que seguir su rumbo, a lucha e incertidumbre, esperando que tanto dolor no apañe el camino que sin saber porqué ellos tenían que seguir. También hubo almas que se fueron, en el camino por seguir, porque no es fácil, porque duele y el dolor te consume.
El 15° aniversario de la tragedia de Cromañón viene como se acostumbra, acompañado por movilizaciones públicas donde padres, familiares y amigos de los fallecidos y sobrevivientes a su vez, se reúnen en memoria de sus seres queridos. Aún así sigue habiendo una grieta que los divide, sigue en disputa la culpabilidad de Callejeros, la banda a quién le explotó la bomba de la corrupción. No sorprendió lo que sucedió aquella noche: exceso de capacidad, coimas, menores de edad, calor abundante y bengalas. Un combo explosivo que tarde o temprano podía explotar y así sucedió. Esa noche, 30 de diciembre de 2004, la banda liderada por Patricio Santos Fontanet se presentaba en una seguidillas de tres shows como cierre del año. Esa noche, el operativo de seguridad fue nulo, dejando pasar una bengala de "tres tiros" (y vaya a saber uno qué más), la cual alcanzó y sobró para llevarse la vida de varios de los presentes.
La historia la conocemos todos, el antes y el después de Cromañón también: una clausura general de varios espacios donde se brindaban shows en vivo debido a sus malas condiciones. Hoy en día, quienes somos público del rock, de la música, somos también responsables de que esto nunca pero nunca se repita. Elegimos recordar a cada alma que volvió a brillar en otro lugar, reviviendo y rememorando sus sueños y metas. Hay un poco de ellos en todos nosotros.
Y sí, Cromañón nos pasó a todos. Me pasó a mi, yendo a cualquier barcito porteño pensando en las salidas de seguridad. Te pasó a vos, pensando en qué quizá, no es buena idea que tu hija asista a ese recital que tanto te gustaría compartir a su lado. Le pasó a el, que aunque sea al aire libre se condiciona para ir a ver a su banda preferida por miedo a cualquier desperfecto eléctrico. Pero aprendimos, ¿aprendimos? Lo dudo. Quiero creer que al menos, cambiaron las reglas. Y que indefectiblemente, me cuida el de al lado, como a mí, me toca cuidarlo a él.
Hoy y mañana levantemos una copa por esas almas que no están más en carne y vida, pero nos acompañan desde el cielo, que nos cuidan y gritan a nuestro lado para que Cromañón no suceda nunca más.