El segundo material discográfico de la banda, formada por el baterista Gustavo Rowek y el guitarrista Sergio Berdichevsky, encarna desde el sonido más clásico del heavy hasta las nuevas ramas del género.
Hoy vamos a hablar sobre uno de los pilares del heavy metal en Argentina. Quizás el batero más reconocido en el género pesado nacional: Gustavo Rowek y su proyecto más reciente. Icónico miembro de V8, parte de sus dos discos más emblemáticos: Luchando por el Metal (1983) y Un Paso Más en la Batalla (1985). Tras su salida de la banda pionera del heavy en nuestro país tiene un acercamiento para formar Horcas junto a Osvaldo Civile, pero como el proyecto se dilató termina fundando Rata Blanca con otro ex compañero de V8, Walter Giardino.
Con Rata es parte de los primeros exitosos cinco discos del grupo, aunque deja la banda en 1997. Buscador nato, funda junto a Sergio Berdichevsky, Nativo, una banda que con los años se volvió de culto en la movida del heavy nacional. Desde su salida de Rata, Rowek trabajó mucho con Sergio, con quien además comparte un estudio y una gran amistad, variados proyectos como War Pigs (tributo a Sabbath), Ian (banda del cantante de Entre el Cielo y el Infierno, Alakran, entre otras) o la propia Rowek, fundada en 2011.
Nos vamos a enfocar un poco más en este proyecto, mal denominado solista, que lleva el nombre de Rowek. Como dijimos, se fundó en 2011. Se trata de un quinteto que tiene a Gustavo Rowek en la batería, otro emblema nacional, Sergio Berdichevsky en primera guitarra, Nikko Vicente, ex Mala Reina, en la voz, Ezequiel Palleiro, que viene de Nativo, en el bajo y Hako Hoyos en segunda viola. Al momento lleva editados dos discos y un tercero en camino, del cual ya podemos escuchar “Siglo XXI” en las plataformas digitales.
El disco que traemos hoy es el segundo del grupo, sucesor de Grita (2012). Fue lanzado en 2016 con el nombre de Redes. Grabado y mezclado en los estudios El Pie, Cerro Luna y La Carpa, entre mayo y julio de 2016. Fue editado de forma independiente y masterizado por José García Rosa. Está atravesado por una fuerte crítica social al nuevo consumo digital, la reiteración cíclica de la historia en temas cargados de un oscuro pesimismo social como “Involución” o “Historia Repetida”, o por otro tramo más introspectivo. Nos metemos a desmenuzarlo.
Arranca con el tema que da nombre al disco. Como una aplanadora thrashera introduce un recorrido que podemos caracterizar como metal pesado, solo eso. Ahondar más sería reducirlo. No pasan más de 30 segundos del álbum y ese furioso ritmo alterna con un estribillo a lo Black Sabbath. La voz de Vicente mete un blend poco común, cambia el eje en un género donde la entonación melódica no es la norma.
En el segundo track tenemos “Espejos Sin Reflejo”, un tema más pausado que su predecesor, marcando un cambio de ritmo donde se luce la base de Rowek, que arma una pared demoledora junto al bajista Ezequiel Palleiro. Quizás se trate del tema más similar al heavy metal clásico de bandas como Iron Maiden.
“Involución” se carga de oscuridad y un pesimismo lírico posmodernista. Vicente se luce con su propuesta melódica para acompañar la alternancia entre secuencias progresivas y cortes empapados de groove metal. Berdichevsky parte el tema con un solo antológico bien respaldado por Palleiro. En “Ciudad de Sombras” la lírica se torna introspectiva, el desarrollo es más melódico y tiene una línea de bajo sublime. Promediando el disco vemos que la banda parte de lo simple a lo complejo, no se complica pero innova con cambios que mezclan varias ramas del heavy.
En “Historia Repetida” la banda pone el pie en el acelerador de nuevo y trae algunos elementos del viejo metal pesado de los ochenta a un siglo XXI que abre el juego a cortes y variables que alternan con una base a puro thrash. Sigue “Deseo” con el mismo tinte pesado, pero un corte más stoner. “Cielo Irreal” tiene un tinte épico, oscuro y pesado. Nikko va in crescendo con su interpretación de un tema que va recorriendo matices bluseros, stoner y grooveros. El cantante se luce tanto en los agudos, como al momento de ir a melodías más graves o romper la voz.
Para el tramo final del disco Rowek entra con una base muy noventosa en “Los Buitres”. Mientras Vicente juega melódicamente con las guitarras de Berdichevsky, Hako y Rowek llevan un tempo que puede rememorar algunos tramos de Alice in Chains y la cara más metalera del grunge. “El Guerrero” sostiene esa identidad de los noventa, con la batería más pesada del disco, lleva el tema con una viola a puro groove panteroso que saca a relucir toda la versatilidad que tiene este grupo cuando compone colectivamente.
La conclusión es un disco de metal pesado, versátil y sorprendente en términos sonoros. Desde bases de thrash que coquetean con Sabbath, salta al groove pesado que se hizo presente en los noventa. Vicente es un fuera de contexto que ofrece algo nuevo, le aporta una melodía extraña de seguir cuando uno se encuentra esperando otra cosa. Las letras están cargadas de contenido social en un metal que busca, como explicó Rowek, su lugar en este mercado que no lo quiere.
Si bien es un disco con un lustro de vida, Rowek revalidó su búsqueda en el último sencillo, “Siglo XXI”, mostrando que no solo es una banda vigente, sino que está formada por íconos del heavy que no viven de un pasado glorioso. Una lección de humildad para ver cómo nuestro metal pesado nacional tiene referentes que no se quedan en la comodidad y nos obligan, también a nosotros a afinar el oído y abrir la cancha.
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