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Ten, la ópera prima de Pearl Jam en la Seattle del grunge

A casi tres décadas de su debut, el primer disco de PJ sigue vigente como un pilar emocional de toda una generación.

Casi treinta años pasaron de su lanzamiento. Ten es una obra maestra de bajo presupuesto que marcó a toda una generación. Hoy es un disco fundamental para entender el grunge de los 90´en Seattle. Curiosamente su éxito no fue inmediato. Ten sale a la cancha con discreción. El primer año fue casi tanteando el terreno, un poco opacado por grandes discos de la época como lo fueron Nevermind de Nirvana o Badmotorfinger de Soundgarden. Así y todo, se trata de un disco debut extremadamente maduro a comparación de los planteados por las otras grandes referencias del género.


Un poco de historia rápida. Ten nace del caos. Quizás por eso es un poco de hermoso caos lo que nos propone. Mookie Blaylook, como se llamaba el grupo en ese entonces, es producto de los restos de dos bandas reconocidas de la época: Mother Love Bone y Green River. De la primera llegan Jeff Ament y Stone Gossard golpeados por la muerte de su cantante, Andrew Wood, luego de una sobredosis de heroína. De Green River, uno de los guitarristas más capaces de Seattle en esos jóvenes años noventa, Mike McCready. Con la ayuda de Matt Cameron, miembro de Soundgarden, graban una serie de demos para buscar cantante. El cassette llega por obra del destino a un surfer de San Diego, Eddie Vedder. Tras una noche entera escuchando la cinta, Vedder esboza unas letras que hoy son himnos de toda una generación.

Peripecias mediantes nace Ten. Un disco emocional. Líricamente no desentona demasiado con el estilo del grunge de la época. “Once”, “Alive”, “Release” o “Garden” son oscuras piezas que tratan sobre el suicidio, asesinatos e introspección. “Even Flow” o “Why Go” nos llevan a críticas de índole social. “Porch” nos revienta la cabeza con un punk rockero mientras que “Oceans” nos traslada a la paz de un mar en calma. ¿Por qué entonces Ten es diferente a los otros discos de grunge de esos años? “Alive” puede ser la mejor respuesta a ese interrogante.


“Alive” es una pieza oscura. La letra habla de la vida del propio Vedder. A los 17 años se enteró de que su padre biológico estaba muerto y quien creía su padre, era su padrastro. Cuando Eddie entona “Todavía estoy vivo”, llega a modo de culpa o de maldición. Curiosamente es una canción que toda la generación de los noventa transformó en un himno de superación y de “esperanza”. La magia de la música. Fue el propio Vedder hace pocos años quien expresó en un concierto esta sensación: “cuando ellos cambian el significado de mis palabras positivamente, rompen la maldición”.


Ten tiene una gama de matices musicales y líricos que coinciden con los discos de la época, reitero. Pero algo en esos matices, algo en la voz única, emotiva y sincera de Vedder, hace que todos rompamos la maldición que cada canción lleva, reconvirtiéndola en un grito de superación. En un paso adelante luego del sufrimiento. Eso hizo Ten en una generación a la que Nevermind le proponía un recorrido más depresivo.

El virtuosismo de McCready le aporta a las canciones varios tramos de solos. Otro de los factores que diferencia a Ten dentro de la escena local. Las influencias rockeras de Zeppelin o Hendrix le dan una identidad más brillante a las canciones del grupo. Desde el comienzo “Once” nos propone esos climas bien trabajados desde la raíz por Ament y Krusen en el bajo y la batería que abundarán a lo largo de las once canciones del disco. “Alive”, el mencionado himno del grupo, mantiene un in crescendo de cinco minutos que estalla en un solo sensacional de McCready, intenso y frenético.

“Black” es una balada con una de las letras más bellas de Ten. Gossard y Ament generan un clima que logra dar justo en el pecho. Es angustiante. Vedder entona sobre las notas: “sé que algún día tendrás una vida hermosa, sé que serás una estrella, en el cielo de algún otro, pero por qué, por qué, por qué no puede ser... no puede ser en el mío, en el mío”.


Otra de las destacadas es “Jeremy”. Una canción repleta de acordes menores, arreglos y arpegios. El riff inicial queda a cargo del bajo de doce cuerdas de Ament, mientras Vedder relata la historia de Jeremy Wade Delle, un niño de 16 años que se suicidó frente a su clase. Nuevamente la banda logra generar un recorrido musical que va elevando la canción hasta llegar a un Vedder en estado de trance sobre los juegos de guitarra de McCready de fondo. Ament vuelve al protagonismo para arpegiar un cierre que se va dejando una estela de impotencia en el ambiente.


Si los climas y recorridos emocionales son una constante en Ten, “Release” le da el cierre necesario. Tras diez temas repletos de caos, de exacerbar las emociones internas. En este último track llega la calma. Gossard arpegia solo al comienzo, mientras sus compañeros se van sumando paso a paso. Vedder nuevamente hace gala de su enorme capacidad como letrista. Una vez más con la figura de su padre presente entona: “querido padre, podés verme ahora. Soy yo mismo, como vos de alguna manera. Voy a esperar en la oscuridad a que me hables. Voy a estar preparado, libérame”. Así el disco se despide. Oculto, unos segundos después nos encontramos un instrumental que juega con los ritmos de “Once”, hasta apagarse.

Se acercan las tres décadas de Ten. Vigente. Las canciones del disco que dio vida a Pearl Jam se mantienen en la generación de los 90´ y también ha interpelado a la del nuevo siglo. Probablemente siga haciéndolo en el tiempo. Se trata de una de esas obras de arte que nos regala la música cada tanto. Surgido en la vorágine de nihilismo grunge de Seattle. Con identidad propia. Supo destacarse entre gigantes como Nirvana, Soundgarden o Alice in Chains. Un disco inoxidable que nos escupe las verdades de una sociedad compleja. Y aun así, lo hace con belleza, fuerza y esperanza, dejándonos a nosotros la voluntad para romper la maldición.

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