La banda piso fuerte en el mítico estadio porteño y realizó un emotivo show donde repasó toda su historia, tuvo varios invitados amigos y no faltaron los agradecimientos. Un show que superó las expectativas.
La pasada noche de sábado Nagual tenía una parada importante, desde lo simbólico y físico, en su ya rica historia en la música nacional. Llegaba por primera vez, de forma totalmente independiente, al estadio Obras, un espacio que habla por sí solo dentro del ambiente del rock. Desde temprano se pudo sentir el clima de reunión del público “nagualero” en las inmediaciones del estadio, remeras alegóricas, birras en la mano y Nagual sonando en autos y celulares colmaban las calles del barrio de Núñez. Aun así hubo que esperar hasta cerca de las 20:00 para que comience a sonar rock en el estadio de la mano de La Condena de Caín, otra banda que está pisando fuerte en el under y viene de lanzar un gran
disco de estudio. La banda de Sawa Mielnik calentó gargantas en la antesala del plato fuerte de la velada en lo que también fue su debut en Obras.
Cuando pasaban las 21:30 se prendieron nuevamente las luces para dar inicio a la esperada cita de la noche, Nagual salía al escenario al ritmo de “El Whisky y la Luna”, de su último disco Ciudad de Fuego y encendía las más de cinco mil almas que se acercaron a acompañar a la banda del barrio en este histórico día. Luego le siguieron un clásico, “Voces”, y “Los Jugadores” para darle rienda suelta al que sería el show más importante de su trayectoria hasta el momento. El recital estuvo repleto de momento emotivos que los músicos compartían con sus seguidores, el primero y quizás más intenso de la noche fue cuando comenzó a sonar “Espina” y Javier Quintana dejó correr su trazo sobre un lienzo blanco que acompañando al tema fue dando vida al rostro de Santiago Maldonado y se elevaba el grito de “Sociedad del olvido, no cuentes conmigo no voy a olvidar”.
Así se sucedían temas que recorrían los 16 años de vida de Nagual, desde el reciente “Día tras Día” hasta clásicos como “Pehuén” o “Apache”, pero quedaban muchos más amigos por compartir este gran encuentro rockero. Cerca de la mitad del show Ciriaco Viera invitó al “Tano” Marciello, que se calzó la viola para darle vida a una excelente versión de “Hacia la Montaña”, con el clásico “Acá no se cambia”, una frase que es una línea ideológica inamovible de la banda en el contexto actual. Luego llegaron “Viajando” y una hermosa versión de “Bella Vista” acompañada de un coro de amigos del grupo, la balada de “Mujer Dulce” y frenético “Satán”. El show era un torbellino de emociones con una lista que los músicos interpretaban de acuerdo al sentir y vivir de su gente.
Llegando al tramo final del show se sumó otro referente del ambiente rockero muy querido por todos, el “Tete” de La Renga, para hacer “De Claudio” a doble bajo con Fabi Zabia. Luego de reiterados agradecimientos de todos los integrantes, llegó el momento del tramo final del recital, aunque Nagual todavía tenía mucho por decir en estos pocos temas finales. Ciriaco tuvo unos minutos para compartir sus sensaciones y contar los momentos tristes y felices que están viviendo, recordando la reciente partida de otro músico muy querido en el under, Leo Padilla de No Tan Distintos, a quien le dedicaron “El Mejor Final” en otro intenso momento del show. Ya llegados a los últimos temas la banda hizo alusión al sentir familiero y cercano de Nagual, celebrándolo con una hermosa versión de “Felicidad” cantada por muchos chicos y chicas pequeños que habían ido a ver el recital y donde el disfrute compartido fue total. Ya no había tiempo para más y, agradecimientos mediante, Nagual volvió a bajar el telón como suele hacer, al ritmo de “Whipala”, dejando una sensación de triunfo en el ambiente.
Nagual llegó a obras, llegó después de 16 años recorriendo el under y, como le contaba Fede Belai hace no mucho a RCI, “Viviendo el under”, porque para Nagual el under es una forma de vida y todo eso lo llevó consigo. Nagual llevó el barrio a Obras.