La Vela Puerca presentó su último disco, Destilar, en Buenos Aíres y ahí estuvo Camila HB para traernos toda la magia de la noche velera.
Noviembre en Buenos Aires siempre le sentó muy bien a La Vela Puerca. Mientras iba para el Club Ciudad disfrutaba de los 20 grados, del sol pegando pero sin llegar a molestar, de poder andar en remera, y recordaba aquel Atlanta 2016, también en Noviembre. Mismo clima, mismo disfrute. La banda uruguaya viene destilando canciones del nuevo disco por todo el país y llegó el turno de la ciudad de la furia.
Destilar se presenta como un disco simple, de “canciones inmediatas”, tal como lo definió el "Cebolla" en la conferencia de prensa del día previo al show. Una “destilería de canciones”, complementaba el "Enano". Y es por ahí. Un disco con diversidad de momentos. Canciones para querer salir a romper todo, canciones para ponerte a pensar o dejarte pensando, canciones para bajar un poco, canciones para celebrar.
Y si de celebrar se trata, eso lo refleja al pie de la letra “Velamen”, primera canción del disco y primera canción del show durante toda la gira. Los primeros saltos de una multitud que los había esperado ansiosa, fueron el combustible que dio impulso a una noche inolvidable. Dos horas y media de un show que tuvo, al igual que el disco, diversidad de momentos.
Veintitrés años de historia no son poca cosa, y eso se ve reflejado arriba del escenario. De las cosas que más disfruto al ver a La Vela es el show aparte de miradas, gestos y guiños entre la banda. Ellos mismos dicen que si La Vela Puerca apareciera en el diccionario la definición sería algo así: “dícese de un proyecto colaborativo basado en la amistad y el amor”. Se entienden, se conocen como nadie, saben leer al otro, interpretarlo, y eso lo ponen en práctica show a show.
El público velero no vive aislado de la realidad; la banda tampoco. Durante estos meses de gira el Cebolla siempre encontró el momento para atar el pañuelo verde a su pie de micrófono, dedicándonos “De Negro y rojo”, levantando el puño y la lucha bien alto. Y así, con un gesto tan simple y tan genuino nos abraza, nos canta, y nos inyecta esa energía única que lo caracteriza. “Como buena madera van a perdurar…” cantaba el Cebolla, y automáticamente miré al medio del campo -sabiendo que iba a estar ahí, ondeando bien fuerte- y vi la bandera triangular verde que continuaba “…aprenden del pasado para resistir”. Restaba sólo apreciar el diálogo de otro planeta que se generó entre banderas, versos y puños en alto.
El bloque con la seguidilla de canciones de El Impulso tuvo un toque mágico, como una especie de regalo por volver a tocarlo después de varios años. “Una risa se cuela por donde nunca pensó..." cantaba el Enano, mientras una brisa se colaba entre todos nosotros regalándonos los acordes de “Su ración”. Completaron el combo “Neutro”, “El señor” y “Me pierdo”.
La noche iba llegando a su final, anticipando un cierre a pura fiesta con los clásicos de siempre como “El Gavilán”, “Haciéndose pasar por luz” y “El profeta”; éste último un resumen perfecto de la banda: allá lejos y hace tiempo eran el Enano y el Cebolla quienes nos instaban al grito de un “que ¿qué?” para que les respondiéramos el famoso “¡que con la vida es así!”. Hoy, con veintitrés años y siete discos a cuestas, somos nosotros quienes les preguntamos “que ¿qué?” para que ellos rematen. Historia de ida y vuelta. De reciprocidad con su gente, siempre.
“José Sabía” se tomó unas vacaciones hace meses, y esta vez el Enano agregó: “a José lo dejé en casa cuidando todo, así que pueden hacerlo ustedes si quieren” como venía sucediendo en la gira. Es interesante la versión colectiva y a capela que se viene dando de esta canción.
El cierre entonces estuvo a cargo de “Llenos de Magia”, canción que calza perfectamente para darle un broche de oro a todas las presentaciones de esta gira que, entre otras cosas, demuestra una vez más que los muchachos siguen “llenos de vida, llenos de magia”.