El trio de Mataderos estuvo de gira por México y estuvimos en dos de los tres banquetes. Una aventura hermosa en un país desconocido y en un torbellino de emociones. Acá un intento de retratar lo que fue La Renga en México.
Es difícil redactar lo que se siente cuando se realiza un viaje para seguir a la banda de tu vida a ocho mil kilómetros de tu casa, es difícil porque la gira del trio de Mataderos no arrancó en el Plaza Condesa, un símil Vorterix del DF mexicano el 4 de mayo pasado. La gira empezó cuando cada loco y loca se subió a un avión para aventurarse, en muchísimos casos, en una patriada contra sus propias limitaciones para ver a La Renga en lo que también era una aventura para la banda. No hay que caer en un profundo análisis político para saber el esfuerzo que significó para cada rengo y renga hacer este viaje. Pedir alguna tarjeta prestada, hospedarse entre varios para aminorar el gasto, comer cualquier porquería en la calle, sin antes preguntar si tiene picante., hacer eternas escalas aéreas y recorrer medio mundo en más de un día para llegar a la capital azteca. Pero todos coincidíamos, cuando ahí nos cruzábamos con nuestras remeras por las calles mexicanas o en los mismos shows, dejaba de importar la plata, porque La Renga es un canto de protesta y una caricia al alma en tiempos de mierda, y se vuelve tan necesario escuchar al Chizzo hablar de la libertad como el sueldo de fin de mes, claro, alimentan partes distintas del ser.
Estuvimos en dos de las tres citas Rengas en México, por logística y dinero Guadalajara fue la fecha descartada. El sábado cuatro de mayo, en el Plaza Condesa, ubicado en un pituco barrio a unos diez minutos del centro de la Ciudad de México, nos encontramos todos y todas por primera vez. La cana es jodida en México, no se puede andar por la calle con una lata de cerveza, no se puede hacer demasiado quilombo, el silencio a dos cuadras del lugar del show nos llamó bastante la atención, pero era cuidarse un poco de que nadie lo pase mal. No tardamos mucho más en empezar a escuchar el clásico “El que no grita La Renga para qué carajo vino!” y otros cantitos populares que se hacen presente en cada banquete. Banderas, remeras, gorras, un puñado de locos de todos los rincones del país nos encontramos ahí, medio como sin creer todavía donde estábamos y la locura que habíamos hecho, pero éramos felices.
En el DF el show lo arrancó con Tripa y Corazón, tema que no faltó en ninguno de los tres shows, y que entonaba “Siempre que hay vida, habrá esperanza” a coro con la mezcolanza entre mexicanos, argentinos, chilenos y uruguayos que completaron las dos mil personas que entraban en el Plaza Condesa. En el show no faltó ni un clásico, hubo algunas perlitas y como siempre se escuchó al compás del bombo del Tanque, “MMLPQTP”. Igualmente la joya de la primera noche se la llevo la presencia de la banda mexicana más conocida por todos y todas las seguidoras del grupo de Mataderos, El Tri. Cuando el show se acercaba al final, subió el grupo de Aléx Lora a tocar la Triste Canción de Amor, tema que La Renga hizo propio desde A Donde Me Lleva La Vida, su segundo disco. Explosión total en el Condesa, donde la enorme cantidad de mexicanos en el show le puso pecho y corazón al tema, que no vino solo, ya que después lo siguió, Todo Sea Por el Rocanrol, un rocanrol clásico, hermoso, que todos entonamos mientras Aléx Lora nos preguntaba si “Estábamos siendo felices”, ¿Cómo no íbamos a estar siendo felices? La primera noche nos dejó extasiados.
Pasaron cinco días para el segundo show, ahora en la costa del Caribe, una postal de película, un parador en la playa con un escenario montado con el mar a la derecha. En los días previos vimos como las calles de Playa Del Carmen se iban nutriendo de argentinos con sus casacas de La Renga, Hermética, Los Redondos, Nagual, entre otras. Ya pillos de lo que habíamos visto en el DF, la mayoría entramos a “hacer la previa” dentro del parador para evitar cruces con la policía. Adentro, mientras UFO Vans, un grupo reggae al que La Renga había invitado a tocar, musicalizaba la espera, compartimos una cerveza en ese escenario en el cual no nos creíamos estar, como si nos tuviéramos que despertar y ver que no era real, ¿La Renga tocando para un puñado de locos en la playa del Mar Caribe?¿Imposible?
Está vez arrancó con uno más nuevo, Corazón Fugitivo, una perla rutera estando tan lejos de casa que emocionó a más de uno. La banda tocando más distendidamente, Chizzo en bermudas y musculosa, Tete con su frenético ir y venir por todo el escenario, Tanque marcando el pulso desde los parches y la locura desatada en la arena caribeña. Apenas empezado el recital un tumulto y dos guardias de seguridad persiguiendo a un pibe, se había colado por encima de una valla, poco pudieron hacer frente a varios rengos que lo liberaron de los brazos de los guardias, a los que les marcaron la cancha, “Acá no es así”, resignados se fueron cuando el muchacho ya se había perdido en el tumulto de gente. ¿El resto? un repaso de muchos clásicos, con uno desempolvado Cortala y Olvidala, que hizo saltar algún lagrimón de las y los más veteranos. Javier Quintana, el famoso muralista y artista que acompaña a varias bandas y marchas argentinas, agitando su paraguas de Villa Caraza luego de dejar un mural de la Sirena de Aguas Claras en la puerta de El Encanto, donde todos disfrutábamos de La Renga.
En medio del show Chizzo se paró a saludar y leer algunas banderas, “El Palomar, Reconquista, desde donde vinieron che, podemos conquistar el mundo si queremos”, y si, medio que estábamos conquistándolo a nuestra forma.
No falto el momento que al cantito de las canchas y estadios argentinos por excelencia de los últimos cuatro años se le agregó un tímido “Vamos a Volver”, que muy rápidamente se entonó a coro, acompañado de Tanque y su bombo, Tete y su alegría y el Chizzo agregando “Es necesario que vengan vientos de cambio”. Ahí estábamos todos del mismo lado de la grieta, la del pueblo.
Fue en Playa del Carmen donde escuche por última vez en México Hablando de la Libertad. El clásico cierre desde hace ya casi veinte años que tienen los banquetes de La Renga es un canto a la vida, y usted debiera, si no estuvo nunca en un banquete (o un recital de La Renga, pero nos gusta decirle así) ver las caras de quienes están ahí cuando Chizzo canta esa canción, les explota el pecho.
Nuestra vuelta fue larga, por el camino fuimos cruzando varios y varias argentinas que habían hecho el mismo viaje que nosotros. El último Rengo lo vi en Lima, en una eterna escala, las caras de agotados era algo más que compartíamos, además del amor por la banda, pero también había otra cosa, una mirada cómplice sabiendo que esos días, nosotros, habíamos conquistado el mundo.