La Bella Época nos abrió las puertas de su casa para un encuentro distinto con la prensa donde pudimos charlar sobre lo que mueve al grupo, la política en el arte y mucho más.
Noche fría en Pompeya, llegamos a la casa de La Bella Época, a La Casa que Vibra. Nombre cargado de una potencia y energía que se hace sentir cuando uno atraviesa el umbral. Nos recibe una situación colectiva, un taller que se desarrolla en la planta baja. Saludamos y nos invitan a subir a una terraza donde se avecina un fuego en la parrilla mientras la banda hace la prueba de sonido en la sala. Luego de algunos minutos, durante los que observamos la profunda mirada de Santiago que nos interpela desde un mural, justo el día que se cumplen años de su desaparición, salen los muchachos de La Bella Época de la sala e intercambiamos saludos.
“En la ciudad esta es nuestra burbuja, acá no solo hacemos cosas como banda, sino como agrupación. Son lugares donde la gente puede venir y despejarse por un momento de la locura diaria.” Expresa Machi, batero de la banda, en algún momento de la noche, además de su necesidad de intervenirlo de punta a punta para que cada pared y techo exprese algo. Murales, pinturas, cuadros, rostros, todo eso le da a ese lugar realmente una vibración que hace honor a su nombre.
La discusión política apareció rápido, informal, intensa. Medios de comunicación, rock, poder, y este gobierno que finalmente se va y nos deja un país devastado, son algunas de las temáticas que comenzábamos a intercambiar, impulsados quizás por el ambiente ameno donde fuimos recibidos. “Nosotros tenemos una responsabilidad grande, una banda tiene una voz. El que te ve se pone en otra frecuencia y vos podes entrar, esa herramienta está en nuestras manos. Nosotros queremos que la gente despierte, eso va en contra de este sistema. No podemos no hacer nada. Además, nuestra manera de organizarnos ya es política, siempre estamos del lado que sentimos, de la libertad.” Dijo el Mono, bajista de la banda, durante la entrevista, poniendo sobre la mesa la posición de la banda frente a la realidad.
Nos metemos en la sala, antes de arrancar la “rueda de prensa” informal que íbamos a vivir, La Bella Época le da rienda suelta a una zapada visceral y setentera que nos sacude el frio en apenas unos minutos, lo acompaña con Toay, un tema intenso y que desobedece las reglas radiales y mercantiles de la duración.
Luego del tema, latas de cerveza de por medio, comenzamos a charlar distendidamente de la banda. Una de las primeras cosas que aparece es el mítico Pantrok, el colectivo que ha llevado a la banda a recorrer varias rutas de nuestro país, “Empezamos a buscar los lugares alejados de la costa. Al principio viajábamos con la camioneta de Hugo, algunos viajábamos en la caja, otros en micro. Así pudimos hacer lugares en el
interior. Hasta que tuvimos la necesidad de buscar una nueva forma de viajar y nos encontramos con el Pantrok. Tuvimos la posibilidad de armarlo en el taller de Hugo.” Y como una continuación, Machi agrega sobre el tema que, “nuestra vida se adapta a la banda. Fuimos cambiando cosas, nos fuimos dando cuenta de cosas. Suena lindo eso de ser independientes pero te vas encontrando con trabas todo el tiempo. Pasan los años y se pone más difícil la cosa.” Augurando hacia donde irá la charla más adelante.
Charlamos sobre las definiciones y dificultades de trabajar de forma autogestiva y sentado arriba de la chancha de la batería Machi nos expresa como se plantea la banda la música, “Es una cuestión de sentimiento, siempre nos gustó manejarnos así. Queremos tener libertad para laburar. Acá en capital solo lo encontramos en el Teatro Verdí. El sistema no está puesto para que vos puedas hacer tu laburo artístico bien, está para que el chabón que organiza se lleve su mango.” Y sobre los pasos que va dando el grupo dijo, “Siempre que hicimos algo pensándolo mucho nos fue mal. Vamos con las cosas que sentimos. Hace doce años que estamos juntos y trabajamos así. Eso nos fortalece como grupo.”
A estos comentarios Mariano Villella, el “Mono”, agrega, “Ese sentimiento de familia que se formó es nuestro motor. Todos sabemos lo que genera la música como arte, pero la unión que tenemos es lo que sostiene a la banda. Hoy en las bandas se maneja una frialdad rara para armarse, falta la búsqueda de lo humano. Acá fue lo primero que nació, la música vino después. Fuimos encontrándonos con eso que significa que te pase la música por el cuerpo y se convierta en energía.”
La charla no tarda en politizarse, ahí ninguno de los medios presentes le esquivamos el bulto al día a día, la banda menos. Así sale el tema de su presencia en las marchas del 24 de marzo, donde han sido reconocidos por tocar en el techo del Pantrok, “Siempre vamos a la marcha del 24 de marzo, siempre estuvimos de acuerdo que fueron 30.000, y que fueron esos que somos hoy acá. Es un intento de hacer un homenaje. Cuando cantamos y nos vemos en los ojos de quien te mira, es fuerte.” Y agregan que no dicen su nombre o llevan banderas de la banda a esas marchas, “Vos sos lo que haces, no nos interesa usar el nombre de una causa para difundir nuestra banda. Respetamos causas que son más grandes que nosotros.”
Siguiendo esa frecuencia, Machi nos cuenta la historia del pistón que se encuentra en medio de la sala, cuál símbolo mágico, y que los vinculó fuertemente a las tribus nativas de nuestro continente “El viaje en la Ruta del Desierto nos cambió. El pistón representa para nosotros algo mágico, es una fuerza terrible. Antes de ese momento la banda tenía su convicción autogestiva, pero después de eso nos vinculamos con los pueblos originarios de una manera que para nosotros es mágica también, es la parte de nosotros que quieren matar.” Y agrega, “Cuando cantamos el tema de la Ruta del Desierto es un compromiso real con su lucha. Nos sentimos parte.”
Hablando de los pueblos originarios y su lucha aparece el nombre de Milagro Sala, con quien la banda tuvo un encuentro en su paso por Jujuy, que derivó en una canción dedicada a la dirigente nativa, presa política desde la asunción de Macri en el poder, “A nosotros los temas nos tienen que impactar desde lo emotivo. Desde ahí nace nuestra intención de escribir. Nosotros fuimos a Jujuy sin saber nada de Milagro, fuimos solo con la intención de ir con el escenario móvil a tocar allá. Una vez ahí conocimos todo lo que significaba Milagro, toda la problemática que se vivía ahí y lo que ella significaba realmente, no lo que te cuentan acá. Cuando ves la realidad en los barrios se te acaban las dudas.” Y consultados por si este tipo de canciones les genera malas caras en el público, el Mono acota, “La gente recibe lo que cantamos. El impacto llega. Ojo, también hay gente que se da media vuelta y se va, pero son los menos. Igual te deja la tranquilidad de que el mensaje llega, que se va también te está diciendo algo.”
Hablando de una banda con una postura firme en el plano social, consultó por su opinión, subjetiva, sobre la situación que se vive en el rock y el gran reclamo que nace cuando un grupo expone una postura política. El que toma la posta es el Mono, “Hay una despolitización buscada, que tuvo mucho éxito. Eso llevo a que mucha gente no hable de determinadas cosas, y ahí te sacaron la herramienta más importante que tenés, cuando te corrieron de la política.” Y agrega, “Cuando haces esa música despolitizada, o mandas a callar las manifestaciones de la gente, estás jugando para un lado. Nosotros no concebimos nuestro arte si no está alineado en un desarrollo social. En empatizar con el otro, el principio de la política. Soñamos con un mundo un poco más hermanado. Y queremos cambiarlo.”
Se suma Machi a lo dicho por su compañero y dice, “Hay gente que elige esos caminos y lo respetamos, pero eso tiene una consecuencia social muy grande. Es una herramienta tremenda para sacar de la vista algo muy necesario.” Siguiendo con ese enfoque suman, “Hay otra frecuencia vibratoria. No es lo mismo una canción que un debate político. El arte te predispone a escuchar, si pudiéramos hablar de política en esa frecuencia seguro nos entenderíamos mucho mejor.”
Algunos minutos antes de dar por terminada la parte más “formal” de la rueda de prensa sale a discusión la cuestión de género. Sin esquivar el bulto, los chicos responden “Creemos en la libertad ante todo. Esa es nuestra primera lucha, cualquiera debe poder expresarse como siente. Tenemos que alinearnos a favor de esta lucha. Uno de nuestros temas habla de Juana Azurduy, siempre tenemos un momento para repensar esto.”
Luego de compartir otro tema con nosotrxs, salimos de la sala y nos esperaba un ejército de pizzas a la parrilla. La charla se extendió hasta largas horas de la noche, con cervezas de por medio, pero esa charla quedará para el detrás de escena. Por ahora solo nos queda invitarlas e invitarlos el 17 de agosto a verlos en The Other Place para conocer en primera persona un poquito de lo que pudimos ver ese jueves frio en Pompeya, en la Casa que Vibra.