Se cumplen 50 años de un disco que marcó un cambio de época en la música. Oscurantismo, notas prohibidas y películas clase Z, las claves que dieron origen a Black Sabbath.
El sonido de la lluvia y el campanario dan lugar al pastoso riff fundacional de Black Sabbath. Lento, tétrico, pesado. Se suma la voz viscosa de un entonces desconocido Ozzy Osbourne. Satanás se hace presente en esos primeros versos de la década de los setenta. “Satanás está sentado allí, el está sonriendo”. Así sonaban las campanas que ponían fin a una época. Los floreados sesenta. Con el ocaso de los Beatles consumado y la batería de John Bonham en Zeppelin mostrando algo diferente en “Inmigrant Song”. Black Sabbath fue el punto de quiebre para iniciar uno de los géneros más populares de la música. El heavy metal.
El oscurantismo, los mitos de Lovecraft, la cultura de Tolkien, Lucifer y las drogas. Todos estos condimentos son parte de la receta que parió el metal. ¿Pero cuál fue el condimento maestro?
La clave estuvo en una frase melódica con una carga simbólica perfecta. Diabolus in música. El Diablo en la música, o también conocida como tritono, es el intervalo de cuarta aumentada. Esta melodía fue prohibida por las autoridades de la Iglesia Católica durante gran parte de la Edad Media, ya que argumentaban que su sonoridad convocaba al demonio. Fue exactamente esta frase melódica la que tomó el tullido Tony Iommi junto con Geezer Butler para lograr la vuelta de tuerca que necesitaba Black Sabbath para culminar su ópera prima allá por los últimos meses de 1969.
Para el cuarteto nacido en Aston, un barrio industrial de Birmingham, el terror podía ser una buena forma de destacarse en esos tiempos. La idea vino del bajista, Geezer Butler, quien sorprendido vio como se formaban colas para ver una película de terror de clase Z dirigida por Mario Bava llamada, claramente, Black Sabbath. “Si la gente paga y hace cola para pasar miedo en el cine, ¿por qué no iba a hacer lo mismo con la música?”. Bingo.
Con la receta preparada y apenas 600 libras Black Sabbath ingresó a los Regent Sound Studios de Londres para grabar su disco debut. Tan solo dos horas fueron suficientes para registrar las ocho canciones que forman este primer material. Fueron tocadas en vivo, los tres músicos en simultáneo y con Ozzy cantando a la par en una cabina aparte. Para ponerle la frutilla al satánico postre, Vértigo Records (discográfica que comercializó el material), contrató al fotógrafo Keith MacMillan para tomar la icónica foto en el molino de Mapledurham Watermill. Las historias sobre la mujer de negro que aparece en la portada caminando de espaldas al rio Tames son material de decenas de mitos y leyendas que alimentaron el perfil oscuro del grupo.
Para agregar leña a los supersticiosos, el disco fue publicado un viernes 13. El 13 de febrero de 1970 las primeras gotas de Black Sabbath lavaban la cara del colorido flower-power y los psicodélicos sesenta. El álbum fue destruido por la crítica, la revista Rolling Stone expresó que Sabbath era “como Cream, pero peor”. Esto fue tomando como algo positivo por el propio Osbourne que contestó: “mejor que no les gustemos, porque ellos son el establishment”. Dicho esto, el éxito de Black Sabbath y los jóvenes muchachos de Birmingham estuvo en el público. Mientras la prensa los bajaba de las radios, el público adoptaba las canciones y llenaba sus presentaciones. Black Sabbath daba inicio a un género que se dividió en cientos de ramificaciones en los años posteriores.
Un día como hoy, hace 50 años, salía a la calle el primer disco de la primera banda de metal de la historia. Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward fundaron un género que fue controversial desde sus inicios. Un género que logró el reconocimiento popular pese a las críticas de toda la prensa especializada. El heavy metal.