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Reflexionando pelis: The Souvenir

¿Qué vemos cuando vemos una película? Distinguimos la música, los colores que predominan, el volumen, si hay cortes abruptos, silencios y, con todo ese material, sentimos, reaccionamos, a veces analizamos y hasta sacamos conclusiones.

Hace unas noches atrás mi vieja me pidió que le recomiende una película. Le iba a decir: “mirate The Souvenir” y en el acto me contuve; me acordé de lo que me dijo en la última y le propuse revisar Netflix juntas. Me había dicho: “ay Karla, la próxima podemos ver algo más alegre, ¿no?”. Cuando vemos pelis, no solo miramos; también analizamos, sacamos conclusiones, sentimos, reaccionamos. Entonces, comparto algunas de mis reflexiones, para invitarles a hacer las suyas.


​​Me pregunto si califica como autobiografía o documental, puesto que es -de hecho- un recorte de la vida de la directora, Joanna Hogg: una estudiante de cine de clase media en Reino Unido de 1980 que está vinculada emocional y sexualmente con un hombre unos diez años mayor, con labio leporino, que se desempeña en funciones públicas -léase: el Ministerio de Relaciones Internacionales / Cancillería - y que descubre/n, es adicto a la heroína.

Clase media en ese contexto, es… un aspecto clave. Como hoy:

¿Qué condensa ser de clase media en cuarentena? Tener casa, ingresos, comida, internet… Si bien hay placeres que existen con cierta transversalidad a las clases: amar, alimentarse, coger, infringir la ley, sustancias (está de más aclarar que todo esto es sumamente subjetivo); hay otros que no: como dijo Pierre Bourdieu, existen “formas” de ver que son intrínsecas al capital cultural. Aquello que heredamos de forma no material de nuestras familias: las herramientas, recursos e instrumentos que utilizamos para diseminar ciertas obras de arte, que pueden ser tanto del arte clásico como del que vemos en la calle, en los servicios de comunicación audiovisual, incluso para ver lo que vemos cuando vemos en general. Hay ciertas piezas imposibles de diseminar sin la materialidad histórica que las ubica frente a nosotres.


Una vez dicho esto, The Souvenir condensa: el hábito, la clase, la posibilidad de volver inteligibles cuestiones que solo seriamos capaces de conocer y degustar de ese lado de la sociedad. Entonces: ¿por qué es difícil disfrutar una película como esta? ¿Por qué Javier Porta Fouz puede dedicarle una nota entera de embelesamiento y devoción a esta película en Diario La Nación?

Porque… ¿para quién se vuelve interesante la vida de une cineasta? Para alguien que podría en algún momento aspirar a serlo. Esto ya nos deja de un lado de la cuestión.

Ocurre lo mismo con la música, los planos, los colores, dispositivos: “La Super 8”… ¿quién pudiera ver esto, con esta densidad con la que yo puedo -por ejemplo- intelegibilizarlo?


Alguien que conoce estos aspectos. Solo aquelles podrían. Y cuando digo conocerlo, solo menciono la posibilidad de que alguien alguna vez te lo haya explicado. No hay condiciones, ni dones, ni biología que circunscriba un saber a una persona, para mí. Entonces, hago el ejercicio: ¿qué vemos en The Souvenir?

Con los ojos: vemos una paleta de colores que se funde con el vapor, con el humo, que es casi celestial, que está velada. Escondida bajo un velo por la distancia, o por el inescrutable hecho de ser la directora de quien trata la película. Y…¿cómo verías algo que viviste vos? No importa si es algo que te dejó un buen sabor o uno amargo. ¿Cómo lo ves? ¿Nublado? ¿Será? Distante, ciertamente, algo que no está más acá. Entonces, en principio, vemos eso. Colores teñidos por la distancia, por el romanticismo en este caso. Y, ¿por qué romanticismo?

Con la memoria: y sí, señores y señoras. Porque es una mujer burguesa de clase media europea. He aquí la mayor falacia, probablemente, pero también el mejor y más eterno destello que tenemos de esta época: la idea indulgente y absolutamente insolente de creer que todas las mujeres europeas jóvenes de antes del 2000 eran así de burguesas y blancas y … sí, blancas, redondeadas, con bata y teléfonos de cable enredado.

Al margen de este detalle, no menor, que solo tiene sentido porque lo menciono desde este lado del mapa, con la edad que tengo y siendo particularmente de clase media y del conurbano bonaerense, hay una reverencia constante a la clase.

Esta clase que está muy en contacto con el “arte clásico”, con las bebidas alcohólicas presentes en todos los almuerzos y cenas; y fundamentalmente con la posibilidad de hacer cine con 25 años viviendo sola sin obligaciones sujeto-dependientes laborales..

Con los oídos: chiques, descubrí que esta peli tiene una lista en Spotify que la rompe de lo rockera-vieja que es. Seguimos siendo sumamente subjetives: Joe Jackson; Glenn Miller; Bauhaus; The Fall; Yellowman; Alton Ellis… artistas que ciertamente escucho yo también por primera vez y aplausos. Me gustan. Solo a mí, pero comparto porque en tiempos de cuarentena está bueno compartir para no saturar con lo propio.

Retomo la película: ¿qué vemos en The Souvenir? Una historia de vida. Vemos un corte que Joanna Hogg hizo de sus 80’s. Una apreciación sumamente subjetiva de su vida y sus relaciones sociales. También vemos detalles como que la protagonista, Honor Swinton Byrne, sea también fuera de la ficción hija de Tilda Swinton, quien protagonizó el cortometraje “Caprice”, con el que Joanna Hogg, la directora, se recibió en 1986 de la National Film and Television School.

¿Mas indicios de autobiografía en esta peli?

La sensibilidad. Lo que sentimos al verla o más bien: al no poder dejar de verla. Sea que entendemos todos estos interludios o bien porque simplemente la directora está hablando de ella misma, y eso es ineludible. Es inobjetable. Cuando hablamos de nosotres mismes, se traspasa el límite de los cuerpos y se genera el contacto.

****el cortometraje Caprice, no pude encontrarlo para compartirlo online. Pero conseguí que del club de fans de Tilda me lo pasen así que dejo el link de descarga :


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