Pasada la polémica paramos la pelota y hablamos del fenómeno musical que pegó fuerte en el mundo y que ya copó el semillero de artistas en Argentina.
Mucho más que letras polémicas y voces con autotune, el origen del trap como género musical encuentra asidero en el sur de Estados Unidos, en la década del 90. Rap, hip hop, electrónica y otros géneros con un solo fin: sonido sucio que retrata experiencias cercanas a la muerte y que denota que se ha vivido en la calle.
En paralelo y de forma no tan lineal, el trap creció en Argentina con “El Quinto Escalón”, mítica competencia que le sirvió de plataforma a un sinfin de artistas que luego terminarían explotando. Entre 2012 y 2017 empezaron a asomar las primeras caras de la escena del país: Duki, Cazzu, Paulo Londra y la lista luego empezaría a sumar, más y más nombres.
El máximo exponente que tiene hoy el país y que rompe Youtube semana a semana con sus producciones es Bizarrap, un joven de 21 años que comenzó haciendo videos y remixes, y que hoy junta a la crema de la crema en producciones que van de 5 a 119 millones de visitas en su canal.
El trap no llegó a las masas como el pop o el reggaeton, pero se sienta en la misma mesa. Quizás podemos ubicar al “Harlem Shake” como una de las primeras y más famosas canciones del género en sus inicios. En Argentina se desarrolló más cerca de las raíces del hip hop,con letras que buscan la rima y transmitir mensajes mientras que en el resto del continente tuvo un approach al reggaetón con artistas como Bad Bunny, Ozuna o Annuel AA.
Pero, ¿cómo puede ser que el trap esté arrasando? El contenido de sus letras en la mayoría de las canciones no se aleja de la realidad que viven los jóvenes. Un mundo corrupto, de marginación, la búsqueda del éxito y el reconocimiento, junto con las drogas, generan muchas veces sensación de cercanía que interpelan a una gran cantidad de jóvenes que se ven en esa situación.
Por otra parte: esta realidad que le transmite a los jóvenes muchas veces no se condice con la vida que estos llevan. Es decir, trap no es un género musical, es una situación, un lugar. Lugar donde la marginación y las drogas son moneda corriente. Lo podemos pensar como un fenómeno parecido al rock stone, la cumbia o el indie; es una corriente que nuclea un pensamiento y un modo de las nuevas generaciones, que es visibilizada y transporta una cultura en ascenso.
Si queremos hablar de “traperos de pura cepa”, el máximo exponente en Argentina es El Doctor. Pero hemos visto que muchos se han subido a esta ola quizás en un plan más “popero”. El trap se vive, pero también se puede recrear. Cuando es utilizado para llevar un mensaje y contar una problemática es mucho más valioso; por eso vale la pena nombrar a Wos.
El trap es el vehículo de expresión y el destino de muchos artistas para darse a conocer; la novedad es lo que nos molesta tanto. El trap es la semiótica de una expresión que se difumina en una retórica que va de las redes sociales a los grafitis de la calle. Insisto, más que un género es un lugar. ¿Todos pueden hacer trap? Sí. ¿Todos pueden ser trap? Definitivamente no.