El décimo segundo disco de los de San Francisco está cargado de rabia primigenia. En 77 minutos explotó lo mejor que tiene, las rítmicas de Hetfield y sus demonios internos cargados desde la niñez.
¿Cómo se produce material nuevo cuando el combustible de tus años dorados fue la rabia adolescente y la irreverencia juvenil? Esa pregunta posiblemente atravesó a Metallica durante las últimas dos décadas en que lanzó poco material nuevo y en general no cosechó grandes críticas. Los cuatro de San Francisco se habían vuelto contra lo que cantaban en su juventud. Cuatro músicos sobrios con una marca internacional y un gran “negocio” que administrar. ¿Se había apagado el fuego? 72 Seasons viene a encender un poco esa llama nuevamente, apelando una vez más a los demonios internos de su cantante, James Hetfield. La tortuosa niñez y adolescencia del joven, sumado a su reciente divorcio y sus peleas contra el alcoholismo fueron el carbón con que se prendió el fuego del nuevo álbum.
Siete años pasaron del insípido Hardwired… to Self-Destruct (2016) para volver a escuchar un disco nuevo de Metallica. En medio pasaron vivos, el polémico, pero acertado The Metallica Blacklist (2021). Con tanta prueba y error, además de algunos pasos en falso durante el milenio, la banda de San Francisco no cosechaba una gran expectativa sobre el nuevo material. Eso, claro, hasta que sonó en las radios el primer sencillo, “Lux Æterna”. La propuesta parecía recuperar rabia, dejar de lado la suavidad y volver, aún con un sonido actual, a las bases.
72 Seasons puede abordarse como un disco conceptual. La temática lírica es clara, tiene que ver con las 72 estaciones que vive un ser humano hasta alcanzar sus 18 años de edad, la adultez, según la ley. "Creo que la parte más interesante de esto es el estudio continuo de esas creencias fundamentales y cómo afecta nuestra percepción del mundo actual. Gran parte de nuestra experiencia adulta es recreación o reacción a estas experiencias infantiles. Prisioneros de la infancia o liberándonos de esas ataduras que llevamos", explicó James Hetfield sobre la idea de este disco que aborda temas tabúes como el suicidio y recorre traumas que pueden afectar a una persona en sus primeros años de vida.
El contenido musical es rabioso, atrás quedó la época de “Nothing Else Matters” y las power ballads que les abrieron las puertas de quienes no consumían metal. 77 minutos al palo, con canciones extremadamente largas (“Inamorata”, el track final, cuenta con 11:10 de duración, su creación más larga hasta el momento) y un desarrollo significativamente más impactante que en las canciones de su predecesor. “Screaming Suicide”, “You Must Burn!” o “Sleepwalk My Life Away” tienen pasta para hacerse un lugar importante en las listas de vivo del cuarteto fundador del thrash metal.
Entre los puntos más altos de las doce canciones que componen el disco está la capacidad rítmica de su cantante y líder. James Hetfield se luce con una serie de riff endemoniados, bases hipnóticas y una sucesión de machaques que podrían prescindir de los solos de Hammet sin ninguna duda. De hecho, en el rol del guitarrista líder de la banda está hace rato su punto más flaco. Lejos está de sus creaciones para Master of Puppets o Ride The Lightning. Otro factor alto es un cada vez más protagonista Robert Trujillo (En este disco hasta se da el gusto de ponerle voz a un tema).
Para la producción de estas canciones Las Ulrich y James Hetfield sumaron a Greg Fidelman, con quien ya habían trabajado en S&M2 en 2020, Death Magnetic (2008) y en el polémico Lulú, junto a Lou Reed (2011). Según Lars Ulrich fue uno de los discos más armoniosos en términos de trabajo grupal. "Este disco lo hicimos, creo, sin discusiones. Nadie gritaba ni hacía locuras. No hubo posicionamientos ni 'a mi manera', básicamente nada de eso. Y como he dicho, este puede ser el disco más libre de conflictos entre los miembros de la banda que Metallica haya grabado nunca”. El disco fue lanzado por Blackened Records, el sello propio de la banda, y cuenta con otra particularidad, será uno de los primeros trabajos discográficos en que sus canciones se lanzarán con videoclips con lenguaje de señas.
Lejos de la época dorada de los ochenta, estos cuatro músicos vuelven a encender la llama apelando a los demonios que aún los persiguen. Descabellado sería pretender que igualen sus mejores composiciones teniendo casi sesenta años y cuatro décadas de trayectoria. Si es posible disfrutar de un disco fresco, potente y con algo de fuego todavía encendido. Metallica está de vuelta y sigue sonando a thrash.
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