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La Nada de los Abuelos: ¿era necesario un disco nuevo?

Comandados por Gato Azul, hijo de Miguel, lanzaron un disco que se queda a medio camino entre una gran yunta de artistas y un mal tributo. Carentes de magia, corren riesgo de naufragar por la propia grandilocuencia de la propuesta.


35 años pasaron. Cosas Mías fue la última obra de Los Abuelos de la Nada. Poco tiempo después, Miguel Abuelo fue arrancado de este mundo y marcó el fin de una de las bandas más grandes de la década de los 80'. 35 años, algunos frustrados intentos, un productor decidido y un resultado: el sexto disco bajo el nombre de Los Abuelos de la Nada. Sabemos que la nostalgia vende bien.


El gran responsable de este regreso de Abuelos es Juan Manuel Almada, manager de esta nueva formación y productor radicado en Rosario. La cara es Gato Azul Peralta, único hijo de Miguel. El resto de la banda la completan tres ex Abuelos: Kubero Díaz, Gringui Herrera y Juan Del Barrio, todos de fugaz paso por la banda de Miguel Abuelo. Además están Frankie Langdon, Sebastián Peyceré y Alberto Perrone. "Chocolate" Fogo, último bajista de Abuelos y sobrino de Miguel, tuvo una breve participación en el proyecto antes de su muerte en 2020.


El proyecto es tan grandilocuente como su nombre. Ambicioso desde la propuesta y también desde las y los invitados. El problema es el resultado. Para empezar a hablar de apariciones, Ricardo Mollo pone su voz en “Lunes por la Madrugada” junto a Manuel Moretti. Javier Malosetti participa en “Cosas Mías”, Julián Kartun interpreta “No Se Desesperen”, Hilda Lizarazu y Natalie Perez abren el disco con “Himno de mi Corazón”, entre otros. Plantel de lujo, ¿no? Uno esperaría que este disco sea un acierto descomunal. Bueno, tiene al menos dos pilares fundamentales que le juegan en contra. Por un lado, se trata de un álbum de covers, con dos temas inéditos dejados por Miguel, retomados por Fogo. Y por otro, y principalmente, le falta magia.


Abordé la escucha de Y Amigos, como se titula el mencionado disco, sin enormes pretensiones. La verdad es que algunos nombres generaban expectativas, como Kubero, Mollo, Del Barrio, Lizarazu. Estaba predispuesto a ver qué tenía para ofrecer esta versión Abuelos Siglo XXI. El disco se reparte en once canciones: nueve de ellas son clásicos renovados a un sonido moderno. Las dos restantes, y últimas dos del álbum, son inéditas compuestas por Miguel Abuelo, retomadas por Fogo, como mencionamos.


En líneas generales debemos dividir la crítica en dos. La música por un lado, la entonación por otro. Comencemos por la parte más positiva del disco. Los arreglos y la dirección de la música estuvieron a cargo de Juan Del Barrio, tecladista de Abuelos desde 1984 a 1988. Acá encontramos la mejor cara de este lanzamiento. Si bien el bajo pierde mucho protagonismo respecto a las versiones originales, hay matices modernos, sintes, algunos arreglos muy frescos que encajan muy bien con la esencia de la canción. Quizás es la muestra más fiel de cómo sonarían Los Abuelos si siguieran tocando. El bajo recupera protagonismo de la mano de “Chocolate” Fogo, que en “Un Rio Crucé” despliega una línea excelente. Sin dudas, desde lo musical, es un material disfrutable.


Ahora, si hablamos de la entonación, es otro cantar. El lugar principal en la voz lo ocupa Gato Azul, que aclaró más de una vez su trabajo para forjar su perfil al frente de la banda. El problema es el lugar que inevitablemente está ocupando. Miguel Abuelo. No hace falta acá que repasemos las características del ex líder de la banda. “Un vikingo al mando de un ejército”, supo decir Calamaro sobre su compañero. Al lado de la inmensa figura de su padre, Gato queda terriblemente expuesto. Acá lo innecesario de retomar el nombre y proyecto Abuelos. La comparación no solo es inevitable, sino que la propone la propia banda.


Por si esto no fuera suficiente, si bien la lista de invitados e invitadas es excelente en términos nominales, a la hora de los bifes no convencen. Y no se trata de una simple oda a la figura nostálgica del “Paladín de la Libertad” que lideró el grupo antes de morir. “Así es el Calor”, interpretada por Gato y Herrera, pierde toda la sensualidad y efervescencia juvenil que le ponía Calamaro. Amadeo en “Costumbres Argentinas” no tiene mucho que hacer fuera de un fogón. Hasta Ricardo Mollo, una de las mejores voces del presente del rock argentino, desentona cuando le toca salir a la cancha con “Lunes por la Madrugada”. “Guindilla Ardiente”, con “Goyo” Degano de Bándalos Chinos, es una de las mejor logradas en la voz y Connie Isla tiene un gran despliegue en “Chalaman”, junto a Miguel Zavaleta. En ambos casos el problema sigue siendo la intromisión de la voz de Gato.


La sensación que deja el final, con “Mi Estrella y Yo” entonada completamente por Gato, es de un sinsabor inmenso. Sabemos que el rock atraviesa tiempos donde la nostalgia cotiza en bolsa. Lo vemos por estos pagos, lo vemos en el exterior. Retomar la obra de Abuelos podía ser una sabia elección, sobre todo si partimos del deseo de Miguel de que la banda continúe, incluso sin él. Sin ánimos de juzgar razones por las cuales se eligió lanzar este disco bajo el nombre Los Abuelos de la Nada, la elección fue definitivamente errada. Su comparación con los días en que el bufón petiso y desfachatado se ponía al frente del grupo cala hondo. Eso al disco le pega feo. El lugar de Gato, más allá del amor que pueda tener por la obra de su padre, está completamente de más.


35 años pasaron. Lamentablemente debemos soltar, pasarán más. Miguel Abuelo ya no camina por este mundo. Escucharlo entonar algunas frases en la reversión de “Cosas Mías” es casi un puñal en el pecho. “Y Amigos” es poco, casi nada de Abuelos. No sigan con esto más.

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