La icónica banda de los 90´ tocó más de tres horas apoyado el trinomio Slash-Duff-Axl. Clásicos para todos los tiempos y una magia que le gana la batalla al paso de los años.
La banda más peligrosa del… de los 90´, volvió a pisar suelo criollo con algo muy cercano a su formación emblemática. Como en el 92-93, y su regreso en el 2016-2017, la banda de hard rock llegó con sus valijas cargadas de clásicos, algunos temas “nuevos” y el desafío de volver a satisfacer a más de una generación de rockeros que crecieron bajo la mirada de los posters de Slash y su galera de copa o Axl Rose empilchado con la pollera escocesa.
Los años pasan y algunas cosas van cambiando. En principio, lejos de aquellas largas esperas para verlos salir a tocar, la primaveral noche de viernes tuvo al grupo saliendo a las 21:00 puntuales con uno de sus cañonazos fuertes, “It´s so Easy”. El puntapié inicial de lo que serían tres horas de show con toda la magia que los Guns N´Roses han desplegado en sus ya casi cuarenta años de trayectoria.
Apoyados en la vigencia de Slash, un guitar hero por excelencia que siempre tiene un solo o un jueguito con que entretener a su gente. Un Duff McKagan que hace un trabajo puntal fundamental en los coros, además de llevar el tempo de una banda que tiene líneas de bajo mucho más trabajadas de lo que indica una primera escucha. ¿Y qué decir de Axl? Con el blondo cantante los años no han sido generosos. Lejos está de aquel joven rebelde que tocaba en boxer y corría de un lado al otro del escenario. El comienzo le costó, si bien viene de algunos problemas vocales, sus agudos ya no son lo mismo. Tuvo pinceladas de aquellos legendarios gritos rasposos, pero su mejor versión se ve cuando imposta su lado más grave, como en “Double Talking Jive” o “Patience”. Aún así, el usualmente malhumorado cantante se vio muy contento sobre el escenario, disfrutando del show y poniendo mucho esfuerzo en sacar adelante las tres horas y casi treinta canciones que tuvo la lista.
La lista tuvo algunas sorpresas más que interesantes. La primera fue “Slither”, uno de los clásicos de Velvet Revolver, la super banda de varios ex Guns junto a Scott Weiland, ahora en la voz de Rose. Se sumaron dos himnos de la época de Use Your Illusion, “Estranged” y “Civil War”, donde la banda mostró que todavía tiene esa capacidad para conmover desde los jóvenes seguidores hasta los veteranos de los primeros años. Para una banda que se caracteriza por hacer de cada cover un momento único, se destacaron “Wichita Lineman” y la bella “Blackbird”, antesalas del clásico “Knocking´on Heaven´s Doors” y “Patience”.
Completaron la banda el siempre leal y ya longevo Dizzy Reed en teclados, luciéndose en la mencionada “Estranged”, en la guitarra rítmica Richard Fortus, en el grupo desde el 2002 aunque parezca un gunner de toda la vida, Melissa Reese en teclas y coros, y el insípido Frank Ferrer en la batería, quizás el más “cumplidor” del grupo.
Obviamente sonaron todas las que tenían que sonar. “Welcome to the Jungle”, “Sweet Child o Mine”, “Nightrain”, “November Rain”, “You Could be Mine”, entre otras. La banda sabe que su arma más contundente es la nostalgia, y logra generar esa magia de transportarnos a la adolescencia, donde los temas gunner suenan desde aquellos walkmans hasta las playlist actuales. Promediando el show sonaron los viejos nuevos, “Absdurd” y “Hard Skool”, con la esperanza de que se conviertan en un futuro trabajo de estudio de la banda de Los Ángeles.
Los bises llegaron cerca de las 00:00, con una de las recientemente incorporadas al vivo, “Coma”, las baladas “Patience” y “Don´t Cry”, para finalmente despedirse con una de esas canciones para toda la vida, “Paradise City” y ese viaje a la eterna e inmaculada juventud.
Nuevamente la banda más peligrosa del mundo hizo pie fuerte en River. La magia de sus canciones opaca el paso del tiempo y su mella en la voz de Axl, que tuvo una noche feliz junto a más de 60 mil personas y dejó todo para dar un buen show. La cuota de nostalgia estuvo bien pagada para quienes, de la mano de los Guns, nos permitimos viajar a esa época en que sentíamos que nos podíamos comer el mundo.
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