Las redes sociales hacen lo suyo: exponen virtudes y también miserias. Libertarados, shows en vivo que dan pena y mucho pero mucho autotune. ¿Para algunos sí y para otros no?
Una de las pocas cosas de las que podrán jactarse los “rockeros de la vieja escuela” es que pese a los excesos de sus figuras, los estados etílicos o, como dijo el gran Andrés Calamaro, “en situación de estupefacientes”, no se solían ver tales mamarrachos arriba del escenario. Ni cuando estos eran mamarrachos.
Lo cierto es que las redes sociales y el cuento estético de la hegemonía nos hacen daño hace rato. Para comer, para sentir culpa con nuestros cuerpos y también para con nuestros oídos. Esto va más allá de la performance de anoche de María Becerra en los Grammy's. Sería una bajeza absoluta pegarle a alguien que forma parte de un establishment que ya está instalado en la industria musical, que la mercantiliza desde Zeppelin y que no va a parar hasta que un remix de ruidos de gatitos llegue al número uno de todos los rankings musicales del mundo.
Siempre me llamó la atención la frase “nunca conozcas a tu ídolo”, lo que se ha ido resignificando con el paso del tiempo y que ahora también puede decantar en un “no tengas ídolxs” o directamente “los ídolxs son para boludxs”. La fama es una droguita, tan peligrosa como extasiante. Lo fue siempre para personas con alguna experiencia de vida y mucho rodaje, lo es peor para pibes que recién arrancan, independientemente de los millones que puedan seguirlos.
De vuelta, no vamos a atacar a ninguna vertiente musical en pos de un paraguas estético ni de ninguna superioridad moral-musical. ¿Qué estoy tratando de decir entonces? Bueno, me enmarañé un poquito, pero está claro: la única forma de decepcionarse es esperando algo, y no podes esperar nada de alguien que se sube a un escenario por primera vez en su vida con el mundo como testigo, o de una runfla de pibitxs que si les sacás el Antares Autotune no afinan una nota ni que su vida dependa de ello.
Estamos cansados (estoy cansado) de los gurús de la felicidad, del "vibrar alto", de los faros morales, los criptoboludos y los libertarados, de los fans de las franquicias cinematográficas que no paran de picar carne y recursos para seguir vendiendo merchandising. Cuando se ve gente peleando en redes sociales sobre tal o cual millonario que desconoce su existencia, me recuerda a la pelea de inválidos de South Park. Solo soy un ciudadano consternado que quiere poner en palabras lo que siente. Muy buena la radio, la escucho siempre.
¡Tampoco voy a decir que los rockeros desafinan mejor, pero tienen más gracia!
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