Detrás de experiencias a precios inflados, festivales mal organizados y cantautores ignotos, se esconde una problemática que año a año, perjudica cada vez más a uno de los públicos más copados del mundo.
“Yo sigo al Lolla desde Cemento”
Se produce una paradoja al menos interesante en los últimos años respecto a los festivales y artistas internacionales que tocan suelo argentino en un raid de fechas, escenarios, problemas logísticos y precios alejados de la realidad, pero como diría Mostaza, vamos paso a paso.
Por un lado, un conglomerado que resuelve logísticas, viajes, hoteles, sonido y demás, es un combo super interesante para artistas que hacen sus primeros pasos y buscan conquistar mercados. Pero ojo que también lo es para los consagrados que quieren evitar el trajín del viaje por un continente y que pueden comprimir en un par de semanas lo que llevaría unos cuantos días más.
El primer piletazo importante fue el Lolla de 2011. Hubo uno en el 1991 pero que no tuvo la continuidad deseada. Que con artistas como Bjork, Arctics Monkeys, Foo Fighters, Skrillex, IKV, Cage the Elephant y Foster the People aggiorno bien al público local. Después vendrían RHCP y figuras de esa talla. Pero la trampa ya estaba activada y como una pancheria a las 23 de la noche, caímos todos ahí.
Sacando los millones de escenarios y la pésima distribución en la grilla de horarios, recuerdo que en la edición del 2014 pusieron a Molotov y Cypress Hill al mismo horario, cuando lo lógico seria poner propuestas distintas enfrentadas por la grilla. Ya demostraban falta de criterio total. Eso se profundizó y demostró algo de forma clara: estos festivales están hechos para gente que normalmente no va a festivales y que solo les importa pertenecer o el pánico al FOMO. Un redundancia redundante esto último.
“El Primavera no es lo que era en mi tiempo”
Mismo caso con el Primavera Sound, que el año pasado entre los cambios de sedes, el clima y la pésima organización atentó no solo con el show sino contra la vida de sus asistentes. Aun se puede leer quejas en las redes y hasta acciones legales que iniciaron algunos de sus asistentes contra la productora del evento.
Lo que nos lleva a otra de las problemáticas de que este tipo de eventos se sigan llevando a cabo con la misma lógica que hasta ahora. Si esta parece ser la única forma de volver a bandas como The Strokes, Blur (si vuelve), o los mismísimos Arctics Monkeys, que dicho y sea de paso brindaron un show con la peor de los ondas parado varias veces por incidentes con el público, el clima y su mal genio. Toda experiencia global deja un sin sabor y la posibilidad de ver a una banda de renombre internacional unos miseros y mediocres 40 minutos.
Los shows ya no están ni buenos, los artistas cumplen con el millón de fechas que se les propone por contrato y cuando hay problemas como los hubo en nuestro primavera hasta el mismo Alex Turner tiene paja de tocar así, algo para una estrella de ese calibre, al menos entendible.
“Esto podría ser un festival en el Konex o un mail”
Año a año, por distintas cuestiones y algunas de estas señaladas más arriba, se van bajando figuras de primera línea de estos festivales. En el engaña pichanga de algunos lanzamientos de line-up se anuncian artistas que luego no se concretarán u otros que darán pésimos shows como Drake no hace mucho tiempo.
Da la sensación de que cada vez hay más espacio para relleno. Para algunos artistas es la oportunidad para mostrar lo que hacen, para otros es un verdadero premio a la trayectoria y el valor de sus propuestas (recuerdo Militantes del Climax en algún Lolla) y para otros la historia de la tortuga arriba del poste, nadie sabe cómo llegó pero ahí está.
Siendo esta la parada de muchas de las bandas y artistas más importantes de la escena mainstream, nos estamos perdiendo la posibilidad de ver bandas y propuestas de la tan amplia y generosa “cultura rock” en pos de habilitar esos espacios para las Duas Lipas y Taylor Swift del mundo que sí garantizan vender cuanta entrada salga a la venta en un par de horas. Que no está mal en absoluto, pero que si no coarta la posibilidad de ver tantas otras bandas. Lo demás parece haber caído todo junto en uno de estos festivales berretas que auspician un millón de marcas.
Por último, las marquesinas con los mismos nombres hace bastantes años y la rotación de nombres pero no de artistas sugieren que los últimos 5 años de festivales son básicamente el mismo. Esto pudo ser un mail, o peor, un festival del Konex.
En resumidas cuentas: el nulo criterio para organizar, la falta de escrúpulos en pos de cortar tickets y la alta rotación de artistas está transformando a estos festivales en una especie de shopping a cielo abierto donde importa más la foto de “yo estuve acá” que la música que suena, y de paso se coarta la posibilidad de ver grandes bandas en vivo.
Los festivales son malísimos, no importa cuando leas esto.
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