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Foto del escritorCielo Manzi

No me toques: un sinfín de denuncias de abusos y opresiones por parte del público masculino

Las pibas continúan disputando espacios libres de violencias. Hoy volvió a tocarle al rock en el banquete de La Renga en La Plata, el cuento de nunca acabar.

El sábado pasado volví a ver a La Renga en Buenos Aires, precisamente en La Plata. Con lo que cuesta que La Renga toque en la provincia, era un hecho histórico que conllevaba un gran convocatoria de personas. Somos muchas las que encontramos en la banda de Mataderos o en los recitales ese espacio que reúne lo necesario para cubrir nuestras expectativas de distracción, felicidad y disfrute juntas. Pero a sabiendas, no todo es felicidad cada vez que las pibas decidimos ir a un recital.


El sábado 23 de abril, en el Estadio Único de La Plata, otra vez los tipos se creyeron dueños de cuerpos ajenos, se aprovecharon de la situación y ejercieron esa conducta machista que no pueden evitar.


En mi caso, sin ánimos de ahondar demasiado en detalles, una persona de estatura media decidió que agarrarse de mí en medio del pogo, apoyarme y recorrer mi cuerpo con sus manos era algo que estaba permitido, que no me molestaría o que a lo sumo "no me daría cuenta" de que ocurría. Uno podría decir para qué, para qué decidimos meternos al pogo cuando estas cosas pueden pasar. ¿Entonces vamos a recaer en el discurso de cómo estaba vestida para justificar lo injustificable? No fui la única, ni soy ni lo seré. Porque esta conducta se repite a diario en cada uno de los eventos a los que concurrimos. Y no tiene que ver con ocupar un espacio con mucha gente amontonada, sino con el deber ajeno de no tocar cuerpos ajenos cuando nadie te dio permiso. Parece difícil de entender pero estoy segura de que no lo es.


A raíz de esta situación recurrente, se realizaron varias denuncias públicas luego de situaciones ocurridas en La Renga el pasado sábado, las pibas decidieron organizarse y crear un espacio colectivo al que llamaron "No me toques" (@unpasoatras_nometoques en Instagram), donde lograron nuclear estas denuncias con la idea de visibilizar la opresión y estos abusos reiterativos dentro del público del rock. Esta cuenta creada hace menos de tres días ya reúne un sinfín de testimonios, que denotan cómo vivimos nosotras los recitales mientras otros osan con total impunidad de tocarnos sin ningún temor o represalia. Las pibas estamos cansadas y ahora les toca escuchar.


El mural es de Javier Quintana, diseñador y escenógrafo en La Renga en apoyo a las chicas que denunciaron. Foto: Niko Viñas


Visibilizar es el punto de partida. Entendimos que de manera colectiva podemos refugiamos entre nosotras, pero también nos debemos un llamado de atención hacia aquellos que pregonan una realidad alternativa en donde a las mujeres no nos violentan y en donde se puede convivir a la par. Intervengan, definan acciones al respecto y enseñen a sus pares que hay cosas que no están bien. Pero sobre todo entiendan que nosotras tenemos el mismo derecho que ustedes de disfrutar estos espacios, de ir a ver una banda de rock, de vivir un banquete tranquilas y seguras. Y si no saben ir a un recital sin acosar mujeres, sin manosearlas o apoyarlas quizás los equivocados sean ustedes. Nosotras no tenemos porqué resignarnos.

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