La banda de Frankenmuth lanzó The Battle At The Garden's Gate, un disco en que demuestra que son mucho más que una comparación con Led Zeppelin. Un paso más hacia la consolidación de su propio sonido.
El pasado 16 de abril llegó el esperado nuevo disco de Greta Van Fleet, la banda que carga con la cruz de “parecerse” a Led Zeppelin. Se trata de The Battle At The Garden's Gate, un recorrido de doce canciones, segundo disco de estudio de los muchachos de Frankenmuth, Michigan, que echó por tierra toda comparación posible con alguna banda de los años 70 y muestra que, pese a ser muy jóvenes, los hermanos Kiszka tienen un sonido propio.
De lanzamiento tiene poco, pero bueno, nos tomamos el tiempo correspondiente para escucharlo y traerlo masticado. Es el sucesor de Anthem of the Peaceful Army y fue producido por Greg Kurstin, reconocido productor que ha trabajado con bandas como Foo Fighters y Paul McCarney. Una de las características que la banda explotó en este nuevo trabajo es la grandilocuencia casi orquestal de sus canciones. Más allá de la esencia rockera, que tiene sus raíces en los 60' y 70' (y que no puede reducirse solo a Zeppelin: podemos sumar a Hendrix, The Who, Bowie o Elton John), Greta Van Fleet tiene la capacidad de hacer sonar todo de forma magnífica. No una magnificencia vacía, sino una real, tangible; uno imagina esas canciones tocadas en un estadio, con luces blancas, y es abrumadora la música del disco.
El cuarteto está formado por los tres hermanos Kiszka: Josh (cantante), Jake (guitarra líder) y Sam (bajista y tecladista), además de su primo Danny Wagner, en la batería. Paradójicamente no crecieron en un ambiente de rock setentoso; la música que escuchaban en su casa estaba más vinculada a clásicos del blues, el folk, el jazz, o el rock norteamericano previo a la oleada británica. Cuando comienzan a gestar Greta, en el año 2013, eran muy chicos, para ellos comenzó como un juego, vestirse a la usanza de los 70 y tocar en bares de motoqueros. Apostilla, su nombre proviene de una señora mayor “Gretna Van Fleet”, para la que el padre de los chicos cortaba leña en Frankenmuth.
Volvemos al disco en cuestión. Greta carga con la cruz de “parecerse a”... desde su salida a la cancha con el fabuloso EP From the Fires (2016). Fue una recurrente en notas y críticas. La realidad es que, si bien el sonido de Zeppelin es parte de la esencia del joven grupo, el crecimiento musical y la consolidación de un sonido propio fue vertiginoso en estos cinco años. Hoy hay tres cosas que emparentan a Greta con Zeppelin: fuerza, vitalidad y calidad de trabajo. El resto es rock.
Una de las razones que emparentaba a Zeppelin y Greta era el estilo de Josh Kiszka. Si bien en sus primeros trabajos el muchacho de Michigan abusó del falsete, la vitalidad y poder de la voz lo ponían a la altura de justas comparaciones con el Dios Dorado del Rock. En Battle At The Garden's Gate, Kiszka se acercó más a su propia voz, sin perder ese poder y visceralidad pasmosa que tiene, le agregó una profundidad desgarradora que le da a la banda un salto de calidad enorme. Escucharlo es sobrecogedor y emotivo.
Además de este aspecto, la madurez alcanzada por la banda le permitió gestar un disco casi conceptual. Battle At The Garden's Gate es un álbum que habla de la humanidad. Sí, así de grandilocuente. La fe, la libertad, el cambio climático, la esperanza, la capacidad autodestructiva del ser humano, todas estas cosas conviven en canciones de índole celestial y mística. Logran llegar a eso sin apelar al riff pegadizo o al estribillo radial. El trabajo de Kurstin y la capacidad de los músicos está desatada en estas doce canciones que se entienden más en contexto que por separado.
¿Qué queda de Led Zeppelin? Algunos vestigios aparecen, en “Built By Nations” el guiño comienza, para sin previo aviso virar a lo logrado por la banda de Michigan. Un sonido más chillón, más brilloso y profundo que el de Zeppelin. Un poco esa es la propuesta, Greta parece a veces un grupo que reúne la esencia de las génesis del hard rock británico, pero fresco, renovado, sin hacer uso de las herramientas de las corrientes musicales de la modernidad.
Repasando un poco los temas, el disco abre con “Heat Above”, una obra maestra del hard rock de todos los tiempos. Es una de esas canciones nacidas para ser un himno, la batería y los teclados se encargan de elevar literalmente algo que tengamos dentro y es etéreo, como la música. “My Way Soon”, segundo track, es la más rutera, se enfoca en la libertad y tiene a Jake con excelentes líneas de bajo y un estribillo que pide pogo. “Broken Bells” baja las revoluciones para darnos una balada que explota la dulzura en la voz de Josh. En “Age of Machine” la letra es asesina, descarnada y una queja de un grupo joven que puntualiza en cómo estamos dejando todo para el futuro. “The Barbarians” tiene a la banda en primer plano, luciéndose desde lo musical, y a Josh cediendo protagonismo. Las baladas siguen presentes durante el disco: “Tears of Rain” tiene reminiscencias a Eagles, mientras que en “Light My Love” la cosa se pone más power en una canción tierna, con grandes despliegues de batería y piano. “Stardust Chords” es un blues eléctrico con un sonido mucho más moderno que el resto del disco, más cercano a las guitarras de Jack White que a las de Page. “Trip The Light Fantastic” transporta a la banda a sus comienzos, mostrando que el pasado es parte de su historia. Mientras que “Caravel” es un guitar rock cavernoso con riffs a lo Floyd. El final, “The Weight of Dreams”, es una muestra del recorrido del disco, de sus temáticas, de su desdichado presente. Pero también con un rayo de luz en el horizonte, la humanidad no está perdida en The Battle At The Garden's Gate, está precisamente en una batalla contra sí misma. La está perdiendo, pero no todo está dicho. Una pieza maestra de casi nueve minutos que muestra que estamos lejos del techo de estos pibes.
Lejos de que las críticas sobre su estilo y esencia los amedrente, los Greta abrazaron su pasado, lo mejoraron y dieron un paso hacia adelante. Lograron un disco magnífico, lleno de mística, de vitalidad, de crítica y de rock. The Battle At The Garden's Gate presenta batalla a quienes los tildaron de ser una copia, a quienes dicen que el rock está muerto y a quienes plantean que hoy ya no se consumen este tipo de álbumes. Hay rock fuerte para rato.
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