¿Cómo sobrevive uno de los sectores más castigados una segunda ola? ¿Con qué se encontrarán los artistas luego de la pandemia?
Foto: eldigitaldebahia.com.ar/
El 2020 parecía ser un año ideal para la cultura musical. La apertura de diferentes espacios y la lluvia de propuestas artísticas tenían en su agenda un listado de ofertas para todos los gustos. Festivales, seminarios, shows, obras, poesía, fiestas, entre otros. Había un panorama alentador. En la música en particular la ola del trap asomaba mientras nos encontrábamos con la disputa de géneros entre una juventud que no se queda callada y mucho menos quieta, y quienes se quedaron en el antaño defendiendo a rajatabla que en un Cosquín Rock el ya reconocido Wos no podía encabeza un escenario principal. Y que ni mucho menos el trap podía ser parte de un festival de "rock".
Previamente también la ola feminista, que atraía consigo la Ley de Cupo para lograr finalmente que las mujeres sean también protagonistas en el escenario en equidad con los hombres quienes eran los que ocupaban esos espacios en su mayoría. Con ello, varios festivales fruto de esta victoria llevó a diferentes artistas mujeres a encabezar las grillas de los festivales porteños y del país. Y no sólo artistas, sino también trabajadoras justamente de la cultura, quienes quedaban en la sombra de una industria machista por sí misma.
Podemos recordar también que a principios del año pasado, el mismísimo Indio Solari se aparecía en modo holograma en uno de los últimos shows multitudinarios que se lograban realizar antes de que llegase la supuesta "cuarentena más larga del mundo". Hoy vemos tan lejano volver a un show de esas características, o siquiera a un festival, que nos tenemos que conformar (y realmente mejor eso antes que nada) con una cultura limitada y lastimada que trata de sobrevivir. Una cultura que cada día que pasa se remite a la espera de una respuesta o una solución (¿una alternativa?), ya que nos encontramos con espacios que no pueden abrir sus puertas, con músicos que no pueden volver a pisar un escenario y con trabajadores que no ven un peso en sus bolsillos porque no hay trabajo. O si lo hay, es limitado.
Con esto no quisiese decir que está mal el hecho de querer cuidarnos y tener que hacerlo. Al contrario, es positivo ver cómo de alguna manera se pensó en un protocolo para apaciguar y alentar a pensar en alternativas para que el arte vuelva a ser lo que solía ser. De todas formas, ¿Cuánto tiempo se puede sostener esta situación? ¿Cómo será el futuro de los centros culturales, espacios para shows en vivo, bares, teniendo en cuenta que básicamente se sostienen cubriendo lo básico y ni siquiera? ¿Cuánta gente sigue esperando volver a su trabajo y cómo se subsiste hasta volver a tener una normalidad para este sector? ¿Qué le queda a las bandas, a los productores, a los stage, fotógrafos? Y ni hablar de cómo podrá ser esa nueva normalidad de la que tanto se ha hablado. En donde quizá el amontonamiento de gente sea cosa del pasado y el distanciamiento social nuestro nuevo presente.
Este 2020 logró llevarse un montón de espacios que a cuestas intentaron subirse al tren de la subsistencia. Algunos lograron encontrar alternativas, generando otro negocio que permitiese bancar un alquiler, pagar lo justo y necesario. Otros como por ejemplo, Santana Bar, debieron de cerrar sus puertas porque dadas las condiciones era insostenible mantenerse a la espera de ninguna proyección. Este es el panorama que hoy nos muestra quiénes subsisten, quiénes la reman y quiénes tienen que dejar atrás un proyecto.
Muchos de los que pudieron reinventarse encontraron la puerta del streaming como posible alternativa, otros generaron mercados autogestivos. De a poco las aperturas permitieron repensar los espacios. También pasó con los estudios de grabación, muchos proyectos lograron salir a la luz en estos últimos meses.
La pregunta más importante, porque el presente ya lo estamos atravesando, es que pasará luego. ¿Cómo será el circuito luego de una pandemia que azotó a gran parte de la cultura? Porque hoy, privilegiados aquellos que logran generar algún ingreso desde la cultura. Pero no se sabe y no se puede saber cómo será el panorama dentro de los próximos meses. ¿Qué pasará con los espacios? ¿Las bandas que girarán dentro de ellos serán siempre las mismas? ¿Los costos? ¿Se implementará algún sistema para quienes se quedaron sin trabajo dentro de este sector? ¿Y los shows multitudinarios? ¿Realmente habrá espacios para presentarse? ¿Somos conscientes de que estamos en medio de una #EmergenciaCultural que nos exige hacer algo? Todas preguntas aún sin respuesta. Esperemos que el debate por una cultura de trabajo, música, arte, espacios y proyectos se sostenga en el tiempo, y haya una nueva normalidad que busque implementar alternativas para todos los que son parte de ella. Con responsabilidad sobre todo, pero a sabiendas de que la cultura se expande en consecuencia nuestra. Y que esta segunda ola no azote contra lo construido, que sirva para seguir pensando en reinventarse y proyectar dentro de lo que el escenario nos muestra.
La cultura ha pasado precarizaciones, ninguneos, clausuras y en este momento, una pandemia. Es por eso que acompañar la #EmergenciaCultural es algo que nos interpela a todos. Subsistir en este contexto es el camino a la victoria, y el arte entiende mucho de eso. La cultura es un derecho y resistir la premisa, no hay que permitir que ningún virus se interponga con esta fuente de trabajo, placer y vida.
Comments