Ignorado por la historia oficial, Curtet fue parte de Time, Fate, Love, el primer disco de Luca. Integró la génesis de Sumo y se retiró al silencio del Valle de Traslasierra.
La historia de Sumo está plagada de mitos. Sumo y Luca Prodan son un mito en sí mismos. Acercarse a un relato oficial de la estadía del ítalo escoses en Argentina es casi imposible. Todavía quedan, en ese underground que tanto amaba Luca, anécdotas, personajes y hechos que no han sido develados. Más queda por descubrir de los primeros años, cuando llegó a las sierras de Córdoba para alejarse de la maldita heroína. Algunas voces de esos días quedaron en sombras, pero tienen voz para quienes quieran escuchar. Una de esas voces es la de Ricardo Curtet, amigo de Timmy McKern que cruzó su vida con la de Luca cuando el músico apenas ponía los pies en tierras americanas.
“Yo tocaba tango desde chico. A los quince años me empezó a gustar el rock. Empecé a escuchar a Pappo, a Pescado Rabioso, conocí a algunos músicos como Alejandro Medina o Pajarito Zaguri. Cuando me mudé para Córdoba me hice amigo de Timmy McKern, que después fue manager de Sumo y Las Pelotas”, contó en comunicación con Radio Gráfica el guitarrista que hoy vive nuevamente en Córdoba, luego de recorrer España, Brasil o México.
La llegada de Luca al Valle de Traslasierra
Cuando Prodan estaba en uno de sus peores momentos personales, llegó la llamada de una nueva vida. Una foto de Timmy McKern y su familia en Argentina iba a encender el deseo de Luca de una nueva oportunidad. “A él le escribe Luca Prodan, para ver si podría venir a quedarse en las montañas, no andaba bien de salud”, contó Curtet. Luca llegó a Córdoba tras un coma que para los médicos era terminal. Llegó con ideas nuevas y un bagaje cultural que acá dejó todo patas para arriba. “Se trajo una maleta llena de discos de vinilo. Estaba metido en el punk de Londres, el reggae. Yo escuchaba blues, a Clapton, Hendrix. De acá a Aquelarre, Color Humano, Almendra, Manal. Era difícil conseguir discos importados en esos días”, agregó el músico.
“Yo me hice amigo de él, comíamos asados, llevábamos la guitarra. Era una cosa rarísima, no había tantos extranjeros en esa época”, recordó Curtet cuando se le consultó por sus primeros encuentros con el futuro líder de Sumo. “¡No hablaba una sola palabra de castellano! Teníamos siempre a Timmy en el medio. Yo le dije que mire la televisión para aprender algunas palabras. Al tiempo lo veo y le pregunté qué aprendió, y me dice “Mirtha Legrand” y las propagandas de la tele, que después metió en las canciones. Él era muy inteligente, aprendió rápido”.
Luca no solo trajo su ingenio particular a las tierras argentinas, sino también una cantidad de data musical que acá iba a generar una revolución. “Yo no sabía lo que era Bob Marley. Luca ponía sus canciones y para mí era nuevo. Me explicaba como tocar el reggae, ese rasgueo particular. Así nos íbamos enganchando, tocábamos temas de la película de Woodstock. A él no le interesaba mucho el blues, a nosotros sí”, comentó Curtet sobre el momento que pasaban los músicos por estos lares a principios de la década de los ochenta. “Luca quería hacer algo diferente”.
Con la semilla musical germinando, Luca parte al viejo continente para conseguir equipos para su nueva banda. “Se vuelve a Europa, para vender el departamento que le había dejado el padre en Londres. Nosotros pensamos que se moría allá. Estaba mal, tomaba mucho alcohol, estaba complicado”, contó Curtet, pero Prodan sorprendió con su regreso. “A los meses regresó con unos equipos, guitarras, bajo, esas cosas. Ahí empezamos a grabar con una portaestudio que acá mucho no se conocía. La íbamos aprendiendo a usar entre todos. Con eso se grabaron los temas de Time, Fate, Love y Hermosos Perdedores”, explicó el guitarrista sobre su participación en aquellos icónicos discos solistas de Luca. Pero Sumo ya estaba en camino.
“Yo toque con ellos un tiempo, algunas cosas están grabadas, otras no. Cuando vino la guerra de Malvinas, Stephanie (Nuttal, baterista inicial de Sumo) se fue de acá. Los padres le dijeron que se vaya del país porque era un peligro. Ella se asustó y se fue para Uruguay. De ahí se fue a Inglaterra y nunca más la vimos. Hace algunos años volvió para un recital de Las Pelotas”.
Pese a su participación inicial, Curtet dejó Sumo en las sombras. Tan en silencio que su rol en la génesis de la banda es obviada por gran parte del periodismo nacional. Ricardo explicó los motivos de su alejamiento del grupo. “Había nacido mi hija. Andábamos todos con los bebés en brazos. A veces podía ir a Buenos Aires, a veces no, no era fácil. Apareció Diego Arnedo, Ricardo Mollo. Ellos comenzaron a tocar allá y yo no estaba todo el tiempo. Iba de visita, Luca me hacía subir a tocar. Pero Sumo era muy problemática, era un quilombo. Yo no sabía si Luca se iba a morir al otro día o iba a pasar algo copado. Sumo no ganaba un montón de guita, Luca no llegó a juntar dinero con la banda”, cerró el ex compañero de Luca.
El recuerdo de Alejandro Sokol
Pese a no ser parte de la historia conocida de Sumo, Curtet forjó una fuerte amistad con varios de sus ex compañeros. Entre ellos se destaca el “Bocha” Sokol. Otro mito urbano que dejaría la banda poco después que Curtet. “¡El Bocha se hizo Mormón! Luca estaba re enojado. Me dice “Este pelotudo se hizo Mormón”, recordó el músico sobre la reacción de Luca cuando el “Bocha” largó Sumo para acercarse a la religión. “Yo vivía en lo de una tía mía en Caballito, muchos amigos míos la tenían. Un día me dijo mi tía que me buscaba un muchacho de traje, barba, corbata, con La Biblia. Mis amigos eran unos hippies, no sabía quién era. Era Alejandro. Él se fue porque quería parar un poco, tenía su familia”.
Curtet repasó algo de su historia con Alejandro, tanto junto a Sumo, como años después en Córdoba. “En Sumo él era un poco baterista, un poco bajista. Cuando vuelve con Las Pelotas se instalan en Córdoba, deja a los mormones y entra como cantante. Con Alejandro tuvimos una banda local, se llamaba La Chinche Molle. Me invitó para tocar el bajo. Ismael tocaba la guitarra y un amigo de la zona tocaba la batería. Íbamos por las ciudades de Córdoba y se llenaba de gente. Hacíamos temas de Bowie, de Pink Floyd. Yo no le daba bola, me gusta el jazz. Yo tocaba con ellos para cagarnos de risa. Alejandro era un poco como Luca”.
El Recuerdo final de Luca
La llama del “Bocha”, como la de Luca, duraron poco en este lado de la vida. Para 1987 el ítalo escoses sabía que se acercaba el final. “Luca se vino a despedir de todos acá. Anduvimos en un Citroën destartalado visitando amigos por Mina Clavero. Era invierno. Ese fin de año falleció”, rememoró el músico. “Después yo fui a casa de Timmy con él, estuvimos todo el día junto. Me dijo que se venía a despedir porque estaba mal. Pero nunca se ponía muy grave o muy triste”.
Más allá de recordarlo con alegría, Curtet destaca el impacto que tuvo Luca en su propia carrera. “Fue muy importante para mí. Se lo dije a Andrea (Prodan) hace poco. Él nos decía que toquemos la guitarra, Yo era panadero, gracias a él pude viajar, conocer otros países. Decidirme a hacerlo fue gracias a gente como Luca o Pajarito Zaguri. Eran tipos que te decían algo y lo hacían. Marcaron una generación. Él tuvo una época jodida, por Malvinas. No lo querían dejar cantar en inglés y los mandó a la mierda. Les dijo que las Malvinas eran italianas, estaba loco”.
La presencia de Luca fue un sismo, en Córdoba, en Argentina, y para los afortunados que pudieron conocerlo. “No era una persona como cualquiera. Estabas con él y sentías esa energía. Vino a un país del que ni hablaba el idioma y lo revolucionó. Acá los gauchos lo invitaban a tomar ginebra, y terminó toda la vida tomando ese veneno”.
Finalmente, Curtet contó sobre su presente y su vínculo actual con los ex Sumo. “Estoy regresando a vivir al Valle. Con mi señora vivimos en Córdoba. Cuando vienen Las Pelotas, voy. Entro al camarín. Con la pandemia nos quedamos aislados, pero voy a la casa de Germán también. A Buenos Aires no pude volver todavía, hace mucho no vamos. Pettinato me estuvo buscando para ese regreso de Sumo, pero yo estuve mucho afuera”.
Así, en la paz del anonimato público, Ricardo Curtet recuerda a Sumo, a Luca, a su paso fugaz por una de las bandas trascendentales de la década de los ochenta en el rock nacional. Revolucionado por la figura de ese joven educado en las mejores escuelas y en las peores calles de Europa. Decidió alejarse de Sumo para salvar la vida, como Sokol, como tantos otros que no le podían seguir el ritmo autodestructivo al pelado loco ese que gritaba en plena Argentina que las Malvinas eran italianas. Curtet es pieza fundamental de ese mito popular que es Luca, y él, a su modo, también es un mito de nuestro rock nacional.
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